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Red Internacional
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Mendoza. Ley de Alfabetización: autoritarismo pedagógico y política antieducativa

Son miles de chicos y chicas que no logran alfabetizarse en los tiempos que estipulan los diseños curriculares, la tradición y las expectativas. Frente a esto el gobierno dice tener una genuina preocupación. El Senado le dio media sanción al proyecto de Ley provincial de Alfabetización presentado por el director General de Escuelas José Thomas. Sin embargo, se multiplican las críticas: no sólo no resuelve, sino que fue inconsulto y sin fundamentos científicos.

Jueves 24 de noviembre de 2022 12:38

En un proceso express, y a pocos días de ser presentado, fue aprobado sin, nuevamente, un debate serio, como el conjunto de reformas y contrareformas que se imponen en educación, al Plan Estratégico de Alfabetización de Mendoza (PEAM).

No sólo que Mendoza sigue sin poder debatir democrática y ampliamente su proyecto educativo. En el 2020 intentaron imponer un proyecto de Ley que fue rechazado en toda la provincia, con movilizaciones, foros, asambleas, caravanazos, de toda la comunidad educativa. El mismo gobierno insiste en imponer su línea de forma arbitraria. Esta vez quieren avanzar en un tema sensible: cómo aprenden y cómo se enseña a leer y escribir.

Fue Elena Castro, inspectora de la DGE, quién explicitó el proyecto ante el Consejo Provincial de Educación, explicando que el objetivo es garantizar la continuidad del método actual de enseñanza, es decir, Klofky, fluidez lectora y método fonético. Lo que hay, aunque no lo escriban.

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Sin embargo, esto no está escrito en el proyecto presentado al Senado. Como expresó la Magister Susana Ortega de Hocevar, directora académica y profesora de la Maestría en Lectura y Escritura y está a cargo de la editorial de la Facultad de Educación, a través de sus redes “pone todo su énfasis en imponer una metodología (Plan estratégico de alfabetización para Mendoza), que, en el Anexo dice que se va a elaborar. Esto se contradice con lo expresado por Elena Castro, inspectora de la DGE, cuando planteó los fundamentos del proyecto ante el Consejo Provincial de Educación: "El objetivo es que se garantice la continuidad del método actual de enseñanza a pesar de los cambios de gobierno" (publicado en un diario de Mendoza). Este Plan es de aplicación en todo el territorio de la provincia”.

La especialista agrega otros fundamentos relevantes en su lectura crítica, planteando que “no establece una clara conceptualización de alfabetización y no se menciona en ninguno de los artículos la alfabetización temprana ni la familiar, consideradas de vital importancia en los estudios actuales”.

Con O de Orden y P de progreso

Estamos nuevamente ante un proyecto sobre alfabetización que no propone desarrollar un plan de alfabetización inicial, que no propone desarrollar bibliotecas, herramientas audiovisuales, multiplicar el acceso a ambientes alfabetizadores, a experiencias de alfabetización, a libros, a propuestas culturales. Hay una máxima que dice que, para obtener resultados distintos, no podés repetir los procedimientos. La DGE evalúa que la lectoescritura debe ser tema de estado, y según sus propias evaluaciones indican que el 40% de los chicos y chicas de Mendoza, que asisten a 6º grado, no comprenden lo que leen. Frente a esto ¿qué proponen? Más de lo mismo, profundizando: reforzar los mecanismos de “evaluación” y “control” y más “control”, estándares y más evaluación, desarrollar planes de “fluidez lectora”, jornada extendida. Una idea insostenible, bajo cualquier paradigma ideológico: frente a la desigualdad, pasar por el mismo rasero a todos y todas. Frente a la desigualdad social, cultural, regional, un método único.

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Otra vez la “quellera de los métodos”

“La Querella de los métodos en la enseñanza actual” es un ensayo de Berta Braslavsky, que mantiene una actualidad impresionante. Escrita en el marco de los debates pedagógicos y didácticos de hace más de cincuenta años desarrolla su postura sobre el llamado “fracaso escolar” y sobre los debates dicotómicos sobre los métodos de enseñanza. Allí fundamenta, por sobre todo, la importancia de la experiencia y el aprendizaje como reconstrucción dialéctica de la interacción con el mundo.

Fue en 1962 que Braslavsky escribió “puede tal vez afirmarse que, prescindiendo de ciertas discusiones fundamentales sobre leyes que conciernen a la política educacional y sobre programas, la inquietud más aguda, desde el punto de vista de la técnica profesional de los maestros primarios, ha estado determinada por la decisión entre dos métodos para enseñar a leer en primer grado inferior: el que habitualmente se llama -“fonético”- con las confusiones que esta designación implica y a las que aludiremos oportunamente, y el tan popularizado método-“global”-. Y cita, a continuación de una revista francesa de 1956.

“Sra P.: yo, señora, a lo cuatro años ya sabía leer, mientras que mi hijo, a los seis años, no sabe ni una letra…. ¡salvo las que yo misma le he enseñado!.

Sra R.: Ah, señora, no me hable de eso! ¿Cuándo tendremos un ministro que prohíba a puñetazos el método global?

Sra Q.: Se debiera hacer una petición, señora….”

Parece mentira, pero seguimos en el mismo punto. Y estos comentarios de puerta de escuela se trasponen y generalizan y se pretenden discusión científica. Ahora, hace 20 años, hace 50, hace 100 o cuando Comenio escribió su Didáctica Magna en el SXVII.

Y, por lo bajo, en las consecuencias, estamos ante una avanzada que atenta, en sus fundamentos, contra la libertad de cátedra, en todos los niveles educativos.

Mientras los radicales se florean (y apropian, en muchos casos) con una historia de pelea por la educación pública, reforma universitaria, democracia y varios significantes vacíos más, la realidad es que estos radicales pretenden imponer sus reformas con un discurso fascistoide y liberal: “control”, “control” y “mas control”. Orden y progreso. Pero sin ningún aval ni experiencia de “progreso” a su favor.

Los “contadores de palabras”

A la falta de proyectos alfabetizadores, ambientes alfabetizadores, recursos para proyectos, la clave está en contar palabras. Bajo el eufemismo de “fluidez lectora”, la clave está en contar (siempre privilegiando lo cuantificable) cuántas palabras por minuto es capaz de leer un niño o niña escolarizados.

De todas formas, para hacer honor a la coherencia, nada nuevo. Ya sobre el nuevo DCP publicamos una crítica acá. Allí expresábamos que “en una lisa y llana naturalización de la miseria y la desigualdad, y como si se tratara solo de un problema individual, nos convocan a las/os docentes a tomar la responsabilidad, mediante planes y métodos bien diseñados, de achicar las brechas culturales, resolver las injusticias sociales y resolver el fracaso escolar. ¿No será mucho? Según el borrador del DCP, no”.

La voz de autoridad de todo este avance es Ana María Borzone, que hace años viene justificando una perspectiva que combina el reduccionismo biologicista cerebral con el de una psicología cognitiva normalizadora de las conductas con esa perspectiva de "educación emocional", apostando a la propuesta de una neo-conciencia fonológica. La investigadora del CONICET es la responsable del nuevo proyecto de alfabetización adoptado por la DGE y su marciano Klofky. Un formidable negocio editorial que pretenden transformar en Ley provincial. Sobre ello escribimos acá.

Según la experta niños y niñas debieran aprender a leer y escribir en 4 meses, como si estuviésemos hablando de un curso de “Duolingo”. En sus alocuciones asegura cosas tan contradictorias como que la escuela es un verdadero fracaso, a la vez que dice que lo que no se aprende es porque no se enseñó en la escuela. Esto además implica un reduccionismo del proceso educativo que presupone que la enseñanza y el aprendizaje tienen una relación de causa efecto y no de sentido, limitando los aprendizajes fuera del ámbito escolar y volviendo a sus reduccionismos para explicar la situación. Además es una constante estigmatizadora, que afirma cosas tales como que “las escuelas argentinas son verdaderas fábricas de disléxicos”.

No es el método, es el sistema

Por nuestra parte, no creemos que un método resuelva por sí solo el complejo problema del aprendizaje de la lectura y la escritura. Para quienes transitamos las aulas alfabetizando nos impacta el desconocimiento profundo de nuestro trabajo. En primer lugar, porque en las aulas se despliegan todo tipo de estrategias, se mezclan, se mixturan métodos y combinan teorías, siempre pensando en cada grupo particular, en cada estudiante concreto. Los planes diseñados en las escuelas, avalados por directivos y supervisoras y las prácticas concretas son una combinación de métodos y perspectivas teóricas, de trabajo en equipo y muchas horas (no pagas) de diagnosticar, pensar y planificar. Esa rivalidad absurda entre la perspectiva psicogenética vs una perspectiva desde la conciencia fonológica, es arbitraria e irreal. Y nada ingenua.

Detrás de la discusión de método está la negación de la realidad concreta, de la crisis, de la pandemia, de las políticas educativas concretas, de los recortes, de la imposición de una realidad donde prima la subsistencia, sobre la existencia plena.

Cuestionamos su negativa ideológica a poner sobre el tapete que las escuelas son en contexto. Que las, les, los sujetos son en contexto. No nos resulta nada casual que para estos funcionarios y “expertos” no hay crisis, no hay ajuste, ni FMI y otra vez cargan tintas sobre el método, que es, en definitiva, sobre el trabajo individual y particular de cada docente. Queremos poder debatir democráticamente un plan educativo, un proyecto, sus alcances, y también los métodos, los recursos, la necesidad que sean variados, que dispongamos de buenos libros, música, películas, aulas adaptadas para el ambiente alfabetizador y, sobre todo, condiciones materiales para que todo eso pueda ser aprovechado por estudiantes que llegan a las escuelas en contextos reales, de crisis, de las cuales, esos mismos funcionarios son también responsables.


Virginia Pescarmona

Docente, Corriente 9 de abril/Lista Bordó, Mendoza

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