Las relaciones de José López no se limitan al alperovichismo. Domingo Amaya, actual secretario de Vivienda de la Nación, fue uno de quienes recibía con halagos y abrazos al ex secretario de Obras Públicas.
Maximiliano Olivera @maxiolivera77
Miércoles 22 de junio de 2016
En la imagen de arriba se pueden ver a dos viejos conocidos. Es de junio de 2014 pero podría haberse dado en los casi doce años que compartieron juntos José Alperovich, como gobernador, y Domingo Amaya, como intendente capitalino. El sujeto palmeado en la espalda por un risueño Amaya es tapa de los diarios desde hace una semana. Completa la imagen el presidente de la Federación Económica de Tucumán (FET), Pedro Omodeo. De la partida también fue Elías Soso, vicepresidente de la Cámara Argentina de la Media Empresa (CAME).
El motivo de las sonrisas es la concreción de un nuevo negocio inmobiliario. Con financiamiento público, se ponía en pie la “acción público-privado” de construir un shopping a cielo abierto en un tramo de la peatonal Mendoza. Las cifras para remodelar, con un resultado de dudoso gusto, estas tres cuadras oscilan entre los $50 y $70 millones. Fue un regalo a pedido de los empresarios de la FET, quienes siguen pujando por la remodelación de la peatonal Muñecas. López se animó a decir que “el shopping a cielo abierto sintetiza ese proyecto de ciudad inclusiva”.
Ya con el distanciamiento de Amaya del alperovichismo, el entonces intendente capitalino barajó las cartas de su próximo destino político. Una de esas cartas incluía una eventual alianza con López, que decía querer ser gobernador. Por esas épocas, Amaya se acercó a Florencio Randazzo, a quien Cristina Fernández todavía no había bañado de humildad. Aunque fue más de un deseo del sector de López que una realidad para Amaya. Las intenciones del “colorado” estaban en lograr una alianza opositora con el radical José Cano. Alianza que se concretó con el nombre de Acuerdo para el Bicentenario y que pronto fue la punta de lanza de Cambiemos durante las agitadas elecciones provinciales.
El escándalo del valijero López dio letra a la oposición al alperovichismo. De todas las figuras, Amaya –siendo ahora secretario de Vivienda de la Nación– guardó bajo perfil. Apenas le dedicó un tuit, sin mencionarlo. Es entendible, Amaya fue uno de los tantos que recibió con halagos y abrazos a López, durante el “boom de la construcción”.
En el caso de los radicales, encabezados por Cano y Silvia Elías de Pérez, suena a una gran moralina hipócrita. Como integrantes de Cambiemos son los que, para dar un ejemplo reciente, apoyan la ley de blanqueo que beneficia a los “López” que no llegaron al monasterio.
Además la UCR tucumana se olvida que tiene su propio “Lopecito”. El ex diputado nacional Luis Sacca es investigado, junto a otros funcionarios que incluyen a un ex rector, por el destino de $360 millones que manejaba la Universidad Nacional de Tucumán. Fracasada su pelea judicial por una banca que le garantice fueros, Sacca volvió como funcionario “sin funciones asignadas” del Rectorado.
Cano, como titular del Plan Belgrano, sigue sin convertirse en “profeta en su tierra” a través de la obra pública. En la edición del lunes de La Nación, con ánimos de mostrar “honestidad” en la obra pública, muestra un listado de las crecientes licitaciones de obras públicas. Tucumán no figura y es algo que le pesa al radical. Quien sí figura en el listado difundido es la empresa IECSA de Angelo Calcaterra, primo de Macri, unos de los mayores beneficiarios. Calcaterra salió como socio de Lázaro Baez en la investigación judicial reciente. Lo que demuestra que lo que se ha denominado “patria contratista” se beneficia de cualquier bando político a la hora de los negocios.
Si el kirchnerismo apela a la figura de López como un fruto podrido, para Cambiemos habría que recordarle que el fruto (el valijero de ocasión) no cae lejos del árbol: la casta política, elenco gobernante que ellos también integran.
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