Con la detención de Monchi Cantero se anuncia el desmantelamiento de la banda narcopolicial ungida por el régimen santafesino como el “enemigo principal” en la “lucha contra el narco”. Pero el gran negocio sigue en pie.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Miércoles 8 de junio de 2016
Monchi Cantero, cuyo nombre real es Ramón Ezequiel Manchuca, era el último jefe de la banda narcopolicial de Los Monos que se encontraba prófugo. El lunes pasado fue detenido por la Policía Federal en el barrio porteño de Flores. Manchuca estaba en el país y, durante sus 3 años de fugado, dio dos entrevistas en horario estelar. Sin embargo, la policía de Santa Fe, que tenía la orden de detención, nunca pudo (o quiso) encontrarlo. Esta incompetencia o lisa complicidad de la institución no impide al gobierno de la Provincia anunciar, por cuarta vez en los últimos dos años, el desmantelamiento de la banda. En la caída en desgracia del clan de los Cantero se concentra el relato gubernamental sobre la “lucha contra el narcotráfico”. La realidad, como se sabe, suele entrar en contradicción con los relatos.
El origen del clan
El clan de los Cantero tiene su origen en la villa la Granada, en la zona sur de la ciudad de Rosario. Fue fundado por “el viejo”, Ariel Cantero, que tenía una causa por tráfico de marihuana que data del año 2000. En el 2009 –luego de ser herido de bala- legó el liderazgo a su hijo, Ariel Máximo, más conocido como el Pájaro Cantero. Lo secundaron –y continuaron luego de su muerte- su hermano y su hermanastro: “Guille” y el recientemente detenido “Monchi”.
Actualmente, Guille cumple condena en una cárcel del sur del país, mientras que el padre se encuentra en Piñero. Éste último también estuvo prófugo, hasta que fue hallado en un carro a caballo, desarmado, en la zona sur de la ciudad. Así, con ropas de ciruja, se encontró al fundador del supuesto cartel de Medellín local.
El origen de la guerra
El clan de los Cantero operaba en Rosario muchos años antes de ser noticia. Sus negocios ya existían durante el gobierno de Obeid, durante el gobierno de Binner y durante la primera mitad del gobierno de Bonfatti sin que ningún estamento del Estado se propusiera perseguirlos.
La causa por asociación ilícita, denominada megacausa Los Monos, fue impulsada por el Juez Vienna, con el aval del entonces Ministro de Seguridad de la Provincia, Raúl Lamberto, recién en mayo de 2013, luego del asesinato del Pájaro.
La muerte del Pájaro fue una venganza por el asesinato del Fantasma Paz, otro narco que trabajaba con los Cantero pero que había comenzado a tener diferencias con ellos. Curiosamente, o no tanto, el Juez Vienna fue fotografiado en Las Vegas viendo una pelea con el padre del Fantasma Paz.
En su última aparición mediática en Enero de este año, Monchi Cantero, ya acorralado por las causas judiciales y el inminente traslado de su hermano Guille fuera de su zona de influencia, prendió el ventilador. Denunció que la causa en contra de su familia no estaba motivada por ninguna búsqueda de verdad y justicia sino por negocios. Se intentaba desplazar a Los Monos para dejar el negocio en manos de otro sector, controlado por el mismo Juez Vienna y la División de Judiciales.
De hecho, integrantes de dicha división fueron procesados durante la investigación contra Los Monos, como Germán Almirón, que está implicado en la causa narco Reina Quevedo.
A Los Monos, sin embargo, no le faltaron defensores en el poder judicial y policial, que parece haberse atrincherado a un lado y otro de la guerra de bandas. En la megacausa están procesados 17 policías (de un total de 36 procesados) en tanto que la Fiscalía pactó la realización de un juicio abreviado que beneficiaba a los jefes con penas menores. El pacto terminó cayendo luego de una serie de escándalos.
El show debe continuar
La caída en desgracia de Los Monos es el resultado de una compleja y larga disputa por el control de la venta de estupefacientes en el mercado interno de la ciudad. Porque los Monos eran, efectivamente, una banda dedicada a la comercialización interna de drogas ilegales. Su amplia estructura controlaba gran parte de los bunkers de la ciudad. La comercialización interna es el último eslabón de una cadena alimenticia donde los grandes predadores están impunes, y ni siquiera se les conoce la cara. Los Monos vivieron del excedente de mala calidad que deja un negocio mayor: el de la exportación con destino a Europa, a través de la veintena de puertos que pueblan la costa del gran Rosario y el cordón industrial. Puertos en manos de empresas privadas, sin control. Algunas directamente con causas por lavado de dinero narco, como es Terminal Puerto Rosario, una empresa que aportó dinero a la campaña de Binner en 2007, a pesar de que la ley prohíbe que concesionarias de servicios públicos hagan aportes a campañas electorales. El caso del enorme cargamento de arroz impregnado de cocaína, del que no se habló ni una décima parte comparado con las noticias sobre Los Monos, fue el más reciente pero no el único hecho que excepcionalmente salió a la luz y que demuestra que la clave del narcotráfico en Rosario no son los bunkers, son los puertos y la exportación. En este negocio, conviven grandes empresarios, jueces y policías, que con el aval por acción u omisión del Estado, amasan fortunas y, ahora, pueden “sincerarlas” a través del blanqueo que impulsa el macrismo.
Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)