Los días 24 y 27 de octubre, con el lema “Si nos movemos, lo cambiamos todo”, se han convocado movilizaciones desde distintas organizaciones sociales, vecinales, estudiantiles, junto a una parte importante de la izquierda sindical y política.
Martes 23 de octubre de 2018
Foto: Las Marchas de la Dignidad llegan a Madrid, 27 de mayo de 2017. EFE/Luca Piergiovanni
A pesar de nuestras diferencias con el programa de dichas convocatorias, creemos que pueden ser una oportunidad para relanzar y activar las calles, después de un período de relativa pasividad tras la última gran manifestación del 27M convocada por las Marchas de la Dignidad -agrupando a más organizaciones- en Madrid en 2017.
Al calor de estas movilizaciones se han abierto algunos debates totalmente legítimos y justificados a los que también queremos contribuir con algunas definiciones y propuestas.
1. El proceso de irrupción en las calles de la juventud, las mujeres y la clase obrera desde el inicio de la crisis fue frenado, aislado y desviado por la burocracia sindical para llevarlos a la pasividad o la derrota. A la par, la emergencia de nuevas organizaciones neorreformistas (Podemos -y su alianza con IU-, candidaturas ciudadanas, etc.), generó ilusiones en un sector importante de la población trabajadora a partir de la utópica idea de que era posible resolver las grandes demandas sociales por la vía parlamentaria y la gestión de gobiernos municipales sin enfrentar el poder de los capitalistas ni romper las “reglas de juego” del régimen político. El balance preliminar de esta experiencia ha puesto al descubierto todos sus límites. Se consiguió sacar de la calle a la clase obrera y los movimientos sociales, mientras los neorreformismos acabaron cediendo la mayor parte de su programa al mercadeo parlamentario y transformándose en la “pata izquierda” del régimen dirigido por la “casta política” del 78.
La máxima expresión de esta dinámica la vemos hoy con el Pacto de Presupuestos entre el PSOE-Podemos-IU, que evidencia que las grandes demandas sociales como la deuda, las reformas laborales, las pensiones, o la amnistía de los presos y los miles de activistas políticos y sociales encausados, junto a un largo etcétera de reivindicaciones pendientes quedan en el tintero. La única manera de imponer la agenda política a la burguesía y al Régimen del 78 es la movilización de la clase obrera, las mujeres y los pueblos oprimidos, no las negociaciones palaciegas.
2. Es cierto que, como han señalado algunos colectivos, a diferencia de las Marchas de la Dignidad, esta próxima convocatoria (impulsada fundamentalmente por Podemos e IU) ha rebajado el programa por el cual miles de personas salieron a la calle el año pasado. Y, aunque compartimos muchas de las demandas que plantea, el no pago a la deuda o el fin de la reforma de las pensiones, no aparecen dentro de las demandas por las que se movilizan. Como tampoco hay critica alguna al Gobierno del PSOE, al Régimen o a la monarquía, ni mucho menos la libertad de los presos políticos o el derecho de los pueblos a la autodeterminación forman parte del programa de estas movilizaciones.
Esta rebaja en el programa son una obviedad en el contexto de que Unidos Podemos viene liquidando su propio programa para formar una coalición con el PSOE, uno de los pilares del viejo bipartidismo, al cual le han dado oxigeno estos años. A la vez estas movilizaciones les sirven como una vía para cubrirse de “progresismo”, prevenirse de la criticas de la izquierda combativa diciendo que ellos “se movilizan” y ya de paso establecer una “base de maniobra” para la campaña electoral del 2020. Junto con las negociaciones con Pedro Sánchez, el otro hecho que demuestra que no tienen ninguna intención de pelear por las propias demandas de la convocatoria es que nunca denunciaron y exigieron a la burocracia sindical que saliera a luchar por ellas.
3. La impostura de Podemos-IU con respecto a las movilizaciones del 24 y 27 no implica que los cientos de activistas de los movimientos sociales y la izquierda sindical que se disponen a movilizarse tengan la misma perspectiva. Sin embargo, es necesario alertar que cuando los acuerdos con el neorreformismo son de palabra y esta no implica absolutamente ninguna medida de acción para imponerlos, el acuerdo solo beneficia a la demagogia electoral. Sin ir más lejos, el Manifiesto de la nueva plataforma, más allá de dos manifestaciones, no se ha propuesto ninguna acción de envergadura.
Es comprensible que haya una parte importante del activismo sindical y social que sigan teniendo ilusiones en poder arrancar algunas demandas por vía del mercadeo parlamentario, pero la realidad es que los recortes solo se pueden frenar con la lucha de clases creciente. Sin esta perspectiva, el activismo obrero y juvenil, así como la izquierda sindical que se ha sumado a estas movilizaciones, corren el peligro de ubicarse -incluso sin quererlo- en la segunda trinchera que tiene el Régimen del 78 para frenar las demandas de la población trabajadora. Las posiciones que ya tiene conquistadas la izquierda sindical y social son la clave para cambiar la relación de fuerzas a favor de la población trabajadora. ¡Hay que ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, sobre quién y cuándo golpear!
4. Por estas razones la izquierda sindical y social se tiene que proponer una serie de retos. En primer lugar, hay que exigir a los aliados políticos que rompan las negociaciones con el Gobierno de los GAL, la corrupción y la reformas antiobreras. Es increíble que mientras se llame a movilizaciones, se esté negociando a espaldas de millones de familias trabajadoras, dando a unos por un lado y quitando a otros por el otro. Porque el Pacto Podemos-PSOE es eso: aceptar la reforma laboral que afecta a millones de familias a cambio de que unos pocos trabajadores precarios aceptemos una ridícula subida salarial. ¿Dónde se escuchó que las trabajadoras y trabajadores precarias aceptásemos esa estafa? ¿Por qué se negocia en nuestro nombre?
En segundo lugar, para extender la movilización popular, el programa de esta nueva plataforma no solo debería incorporar las anteriores demandas de las Marchas de la Dignidad por la que salimos a las calles el año pasado, también tiene que ampliar el programa con todas demandas particulares de todas las luchas en curso (desde el Movimiento de mujeres, las Kellys y Amazon hasta la PAH) y llevar a todos los barrios, centros de trabajo y estudio este programa para que sea ampliado y votado por todas las trabajadoras y trabajadores. Esta es la única manera de romper la división de las filas obreras que nos impone la patronal, el gobierno y la burocracia sindical.
En tercer lugar, ante al fortalecimiento de salidas reaccionarias y de extrema derecha a la crisis del régimen, es necesario afirmar que estas no pueden enfrentarse electoralmente o buscando una “regeneración democrática” de régimen monárquico del 78 sin cuestionar sus pilares fundamentales. La única salida verdaderamente democrática para terminar con la monarquía y el régimen heredado del franquismo es luchando por la apertura de asambleas constituyentes libres y soberanas en las que pueda expresarse verdaderamente la soberanía popular para decidirlo todo.
Por último, ninguna de estas demandas sociales y democráticas podrán conquistarse si no se imponen en la lucha. Al igual que hicieron (y volverán hacer) las mujeres trabajadoras y la juventud el 8M, hay que exigirle a la burocracia sindical un plan de lucha en perspectiva de una Huelga General. En el Encuentro de Mujeres de Gijón del 6 y 7 de octubre cientos de mujeres y jóvenes votaron ir nuevamente a la huelga en 2019. Es necesario imponer esta exigencia en los centros de trabajo y unirlo a las reivindicaciones de toda la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, para que sea un éxito rotundo y habrá el camino al retorno de la movilización por todas nuestras reivindicaciones.