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Red Internacional
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Editorial De Editoriales. Paro, piquetes y después

El paro y la crisis del progresismo. El "temor" proimperialista de la oposición patronal. Una gran demostración de la fuerza obrera y las perspectivas de la izquierda.

Domingo 5 de abril de 2015 13:22

Ayer Luis Bruschtein escribía: "Al día siguiente del paro, nadie hablaba de sus efectos porque la sociedad estaba enfocada en el discurso de un Máximo Kirchner al que no le significó gran esfuerzo desmentir la acusación ante un auditorio masivo y espontáneo que le envidiaron todos los candidatos presidenciales".

Un absurdo más del columnista K cuando el paro siguió siendo tema de discusión en la esfera de la llamada opinión pública y entre millones de trabajadores en miles de fábricas y lugares de trabajo.

En el día de hoy, su compañero de Página/12, Mario Wainfeld, desmiente que del paro no se habla más. Afirma: "Si es político, el paro está sujeto a debate, apoyos y críticas. Una huelga exitosa de transporte con piquetes que impiden el acceso a grandes centros urbanos no permite medir la participación voluntaria del resto de los laburantes. La mayoría de los sindicatos no adhirió. Sólo una imaginación tropical puede suponer que lo hayan hecho ’desde la base’ jornaleros que resignaron su ingreso diario o trabajadores con sobre que perdieron el presentismo".

Entre este argumento "objetivo" y la acusación de extorsión hay solo matices. En ellos se esconde la realidad de amplias franjas de la clase obrera en negro, sin derechos sindicales o con conducciones burocráticas que se niegan a parar por su alineación con el gobierno nacional o su carácter abiertamente propatronal pese al enorme descontento de sus afiliados. Allí la falta de transporte y los piquetes fue lo que permitió parar.

Líneas abajo el mismo cronista reconoce el trabajo informal y la precarización laboral. Acusa correctamente a las burocracias sindicales -aliadas durante gran parte de la década al gobierno nacional- y remata la idea con una frase digna del socialismo utópico: "Nada es seguro, en un contexto dificultoso pero vaya que sería interesante una movilización sindical amplia con aval gubernamental para denunciar evasores y explotadores. La iniciativa, por lo pronto, sería un cambio cualitativo en sí misma".
En el país donde gobierno y burocracias garantizan trabajo precario hace una década, estos se movilizarán por lo contrario. La esperanza es lo último que se pierde dicen, pero la esperanza tiene siempre un matiz de realismo.

Por su parte, Edgardo Mocca señala que "la intensificación del conflicto beneficia al gobierno de Cristina Kirchner. Los que se quejan por ese uso político de la contradicción son los mismos que añoran los tiempos normales en los que la contradicción se escondía debajo de la alfombra para reaparecer tumultuosamente en la forma del desbarajuste social y político más importante de nuestra de por sí trajinada historia política".

Pero la reacción rabiosa del gobierno frente al paro es la demostración palpable de que el conflicto "aceptable" es de bajo intensidad y solo contra algunas fracciones patronales.

De cipayos y otras yerbas

Joaquín Morales Solá vuelve a horrorizarse ante el discurso antiimperialista vacío de CFK. Escribe: "El jueves pasado, en la conmemoración del desembarco de la dictadura en Malvinas, Cristina Kirchner llevó al paroxismo su discurso de rancio nacionalismo. Después de recordar como una ’invasión’ el descubrimiento de América (¿qué sería de ella, descendiente de españoles, sin la hazaña de Colón?) y las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, la Presidenta lanzó su frase más encendida: ’Hemos sido sometidos al pillaje, al colonialismo, al robo’".

Las frases sonoras contra el saqueo imperialista no alcanzan para frenar los pagos de las Deuda Externa, las remesas de utilidades de las empresas imperialistas y el saqueo minero y petrolero. El rol del gobierno en el conflicto de Lear, actuando como garante de los intereses de la patronal de EEUU, confirma esa ubicación.

El horror de Morales Solá corre paralelo al de la oposición patronal que reclamó sumisión ante los dictados del juez Griesa, de los servicios de la CIA y del Mossad (caso Nisman) y los intereses empresariales de conjunto.

La oposición al poder capitalista local e imperialista ha sido protagonizada por la clase trabajadora. Una oposición en los hecho que todavía no se eleva plenamente al terreno político pero que puede, potencialmente, hacerlo gracias al desarrollo de la izquierda en su interior.

El paro, los piquetes y la izquierda

La demonización contra los piquetes y la izquierda vino desde dos ángulos: el del gobierno y el de la burocracia sindical que llamó al paro.

Los piquetes fueron el complemento de la medida de fuerza y el método de diferenciación política de los sectores combativos del movimiento obrero referenciados con la izquierda del FIT y del PTS en particular. La perspectiva de que esa tendencia se desarrolla y amplifique es el temor de gobierno y burocracia que comparten su ADN peronista.

Para la izquierda, el desarrollo de esta dinámica es una tarea estratégica en la que el fortalecimiento del FIT es un aspecto central.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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