Recorrida la mitad de la competencia, se confirma la crisis de los candidatos del establishment en ambos partidos. El protagonismo de dos outsiders sigue siendo el dato político de estas elecciones.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Sábado 19 de marzo de 2016
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Sin duda, el fenómeno de las primarias ha sido la crisis de los candidatos que el establishment había señalado como sus favoritos. Lo que parecía ser una aburrida pelea entre los Bush y los Clinton, las dos familias que gobernaron Estados Unidos las últimas décadas, se transformó en un terremoto político.
Jeb Bush debió retirarse de la contienda republicana por sus porcentajes deslucidos, y Hillary Clinton aunque se mantiene a la cabeza entre los demócratas no ha logrado generar ningún entusiasmo en la base del partido.
La crisis de los candidatos del establishment se profundiza en el partido Republicano, donde el multimillonario Donald Trump parece ser el único con posibilidades de reunir la cantidad de delegados para ganar la nominación aunque es un proceso complejo, donde juegan incluso los delegados de los candidatos ya retirados (ver infografía).
Establishment y outsiders
El último “Supermartes” se bajó de las primarias Marco Rubio, el último niño dorado del establishment republicano. Solo quedan en carrera junto a Trump, el texano de la derecha evangélica Ted Cruz y el gobernador de Ohio John Kasich, el último “moderado” con más entusiasmo que posibilidades.
Del lado demócrata, la mayor expresión de la crisis fue la aparición en escena de Bernie Sanders, que desafió en cada parada la campaña de Clinton y cuenta con una base entusiasta que organiza miles de jóvenes en todo el país y superó incluso la cantidad de aportes individuales de Barack Obama en 2008 (hasta ese momento la más grande de la historia).
Sanders se impuso en algunos estados, empató en otros y perdió en varios, sin embargo su mayor apuesta es demostrar que es un candidato “viable”. Qué tiene en contra: la cantidad de delegados. Qué tiene a favor: su sola existencia (y entusiasmo que genera su “revolución política”, más allá del propio Sanders y sus contradicciones) cuestiona a Clinton como candidata “natural”.
¿Y ahora?
Todavía quedan varias semanas de primarias y caucus hasta llegar a las convenciones partidarias. Todavía puede haber más sorpresas, pueden bajarse candidatos y tejerse nuevas alianzas.
Lo que no es posible es desandar el camino que abrieron estas elecciones, donde hizo su aparición los millennials, la generación más extensa en Estados Unidos en la actualidad, y hace pesar su participación un electorado cada vez más joven, étnicamente diverso y femenino. La elección de Barack Obama en 2008 ya había adelantado algo de este fenómeno, con lo que algunos llamaron el fin de las “elecciones blancas”, es decir, el fin de la preeminencia del bloque electoral de varones blancos mayores.
En 2008, el partido demócrata capitalizó esos cambios demográficos, que favorecían a los sectores que lo habían apoyado tradicionalmente: afroamericanos, latinos y mujeres se sumaban a los trabajadores, otros sector de peso que se inclinaba por los demócratas. Los republicanos en cambio intentaron reinventar el “movimiento conservador”. Sumidos hoy en una crisis profunda, enfrentan un candidato dentro de su propio partido que ha sabido canalizar las frustraciones y el desencanto con Washington de la base conservadora.
Pero las cosas no son sencillas para los demócratas. Hillary Clinton lanzó su campaña en 2015 como la “candidata obvia” y le dio la bienvenida a Bernie Sanders, que al participar en la interna demócrata hacía más atractiva la competencia (cierto). Sin embargo, la realidad le dio más sorpresas de las esperadas, y ese plus demográfico que le había dado ventaja a Obama hoy no apoya indiscutidamente a Clinton. A esto se sumó la señal de alarma sobre el voto de la clase obrera industrial que, como mostró Michigan, se polarizó entre Trump y Sanders, penetrando otro de los sectores donde la influencia demócrata solía ser indiscutida (aunque esto es relativo hace algunos años ya).
Estas primarias adelantan la combinaciones posibles entre los cambios demográficos y los movimientos políticos y sociales que vienen marcando el Estados Unidos posterior a la caída de Lehman Brothers y la Gran Recesión.
El cuestionamiento a las elites políticas, por izquierda y por derecha, comenzó a expresarse el 1 de febrero en Iowa, pero nadie puede asegurar hoy que el punto final sea el último día de las primarias.
Delegados hasta el Supermartes 3
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.