Los pacientes que ya abarrotaban los hospitales públicos antes del Covid, ahora padecen doblemente por las políticas del gobierno y la protección a quienes lucran con la salud. Urge centralizar el sistema de salud.
Arturo Méndez Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase
Martes 31 de marzo de 2020
Hace algunos días mi suegro sufrió un accidente y tuvo una fractura de fémur que requería cirugía. Para atenderlo lo llevamos al Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, del ISSSTE, pues ahí es atendido regularmente porque padece de cáncer, lo que -además de su edad- lo coloca en el sector de alto riesgo frente al coronavirus.
El 20 de Noviembre es uno de los hospitales reconvertidos para atender los casos de Covid 19, por lo cual, aunque tuvieron que recibirlo en admisión continua (urgencias), no fue atendida su fractura.
La reconversión del hospital ha significado, por una parte, cerrar algunas áreas de especialidad (nos dijeron que no había Ortopedia) y servicios, lo que implica posponer consultas y tratamientos, poniendo en riesgo la salud de muchos pacientes que, además, ya venían enfrentando la escasez de medicamentos, incluso la falta de paracetamol.
Por otra parte, se han liberado espacios que estaban ocupados por pacientes internados previamente. Producto de esto, los pacientes internados por otras enfermedades diferentes al Covid fueron hacinados, con mala o nula atención, con espacios de medio metro entre camilla y camilla separadas por cortinas, en un ambiente lleno de gente tosiendo y quejidos de dolor, y con la amenaza de ser echados con sus padecimientos a cuestas.
Esto es lo que ofrece la 4T para los derechohabientes enfermos, sin olvidar que millones no tienen acceso a la salud. ¿Qué pasará cuando se multipliquen por miles los casos de Covid 19?
Así pasó mi suegro algunos días, soportando el agudo dolor de su fractura, desorientado y casi agonizando, hasta que ordenaron su traslado al Hospital Regional de Zaragoza, también en reconversión para atender la pandemia.
El problema era que, mientras un doctor advertía que el traslado podía tardar muchos días, incluso semanas, otra decía que podíamos pagar una ambulancia particular, pero en ningún caso se garantizaba una pronta atención en Zaragoza. Además, quien haya ido al hospital de Zaragoza, sabe que de pos sí, en tiempos “normales”, es un lugar que remite al infierno.
Ante este panorama la familia, que no es precisamente de altos ingresos, desesperada, decidió finalmente endeudarse para que se le atendiera en una clínica privada.
¡Centralización del sistema de salud ya!
Cuando en México todavía no se declaraba la Fase 2 de la contingencia, López Obrador decía que el país estaba preparado para enfrentar la pandemia, con suficientes camas y minimizaba irresponsablemente el problema.
Entre las medidas anunciadas en su momento por el Presidente estaba la reconversión de los hospitales. Lo que quedaba oculto eran las consecuencias que esto tendría para los pacientes de un sistema de salud pública ya de por sí insuficiente, desbordado, con escasez de personal, medicamentos e insumos producto no sólo de décadas de políticas neoliberales, sino de la austeridad republicana de la 4T.
Lo descrito arriba es sólo una pequeña muestra del sufrimiento, tanto para los pacientes como para sus familias, causado por esta reconversión hospitalaria brutalmente impuesta, mientras miles de camas y equipo médico están disponibles en el sector privado.
Ahora que atravesamos la Fase 2 y se anuncia la inminencia de la Fase 3, el gobierno reconoce que no van a alcanzar las camas y finalmente decretó que podrá utilizar los recursos médicos del sector privado, aunque sin especificar si será mediante pago, cuándo lo hará o qué tanto avanzará con la medida.
Ante la pandemia que avanza no hay lugar para seguir lucrando con la salud, ni tiempo que perder si no queremos llegar a una catástrofe sanitaria.
Como una de las medidas elementales, es urgente que el gobierno centralice ya todo el sistema de salud, público y privado, bajo control de sus trabajadores (no del ejército), como paso previo a la nacionalización del sector privado, sin indemnización; para atender gratuita y eficientemente tanto los miles de casos que vienen de Covid 19 como a los millones que padecen otras enfermedades, que en pleno siglo XXI se multiplican producto de este sistema capitalista en decadencia. Si hacen falta camas, hay miles de ellas en los hoteles, que pueden ser acondicionados.
Por otra parte, el aislamiento social por sí solo no basta para controlar los contagios; menos en un país como México, en donde más de la mitad de la población vive al día y se ve obligada a salir a trabajar diariamente. Debe garantizarse un subsidio de cuarentena al nivel de la canasta básica familiar para todos estos sectores y que puedan permanecer en casa, así como prohibirse los despidos y decretarse el licenciamiento, con goce de sueldo al 100% durante todo el tiempo que dure la cuarentena, pagado por los grandes empresarios y el Estado, para todos los trabajadores de sectores no esenciales.
Al mismo tiempo, para detectar, aislar y controlar la propagación del virus, lo que se necesita son test masivos: para quienes presenten síntomas y las personas rastreables con quienes hayan tenido contacto; y periódicos para los trabajadores de la salud y para toda la población que deba seguir trabajando y expuesta al contagio.
Los recursos para la adquisición masiva de test, el acondicionamiento de espacios, medicamentos, equipo médico, contratación de personal y todo lo necesario para prevenir el contagio, atender a los enfermos y garantizar la subsistencia de la población, pueden salir del no pago de la deuda pública, del cobro de impuestos extraordinarios a las grandes fortunas y del presupuesto que hoy se destina a la Guardia Nacional para perseguir migrantes.
Asimismo, es de interés público la nacionalización de los grandes laboratorios y la reconversión de ramas industriales, bajo control de sus trabajadores, para la producción de test de detección temprana, medicamentos, alcohol en gel, cubrebocas, respiradores y todo lo necesario para enfrentar la pandemia.
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