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Crónica. Red contra la precarización en Jujuy: "Por mi y por todos mis compas"

Con 20 años, Sol pasó por cuatro trabajos en un año. La pandemia la encontró con la experiencia única de tener un puesto en blanco. Esto no impidió que la empresa aproveche la ocasión para rebajarle el salario, y luego aumentar sus condiciones de explotación, trabajando más por menos plata. Pero ella y sus compañeros no se resignan, empezaron a tejer una red de solidaridad y organización contra la competencia individualista que les imponen los jefes. Una Red que crece y suma a pibas y pibes de otros laburos, para enfrentar la precarización y defender sus derechos.

Valentina Schatz @valen.schatz Estudiante de Comunicación Social - UNJu

Martes 26 de mayo de 2020 14:53

Con 20 años, Sol pasó por cuatro trabajos en un año. Los primeros tres, en negro, como laburan 9 de cada 10 pibes y pibas en la Provincia. La pandemia la encontró con la “experiencia única”, casi milagrosa, de tener un puesto en blanco en una franquicia de comidas rápidas. Esto no impidió que la empresa aproveche la cuarentena obligatoria para rebajarle el 65 % del salario, y con la “vuelta a la normalidad”, habilitada por el gobierno de Gerardo Morales con la flexibilización de la cuarentena, aumentar sus condiciones de explotación. Ahora trabaja más por menos plata. La empresa ya ni siquiera se hace cargo del salario, sólo percibe el monto subsidiado por el Gobierno nacional.

Pero ella y sus compañeros no se resignan, empezaron a tejer una red de solidaridad y organización contra la competencia individualista que les impone la marca, una Red que crece y suma a pibas y pibes de otros laburos, para enfrentar la precarización y defender sus derechos. Este viernes 29 saldrán a las calles, como en todo el país, para hacer oír sus voces.

Una explotación única

Sol trabaja desde hace ya algunos años, con changas ocasionales, durante un tiempo sus trabajos fueron más o menos lo mismo, hasta que la llamaron de un lugar de comidas rápidas. Era un trabajo en blanco, “sumate al equipo es una experiencia única”. Así fue como se lo presentaron, buscaban estudiantes, caras nuevas que se incorporarán al mercado. O dicho en otras palabras, gente con pocas expectativas de conseguir un trabajo mejor en una provincia donde 9 de cada 10 trabajan en negro.

Buscan jóvenes a los que no traicione el cansancio con ojeras, para vender la imagen de la empresa. Y así fue como terminó trabajando con la ropa impregnada de aceite, con el rostro maquillado y en la boca siempre un “Buen día señor ¿Qué le puedo ofrecer?”, acompañado de la sonrisa característica, de quien trabaja 10 horas o más parada, sin poder descansar.

Ella con 20 años, fiel a su personalidad perspicaz, por supuesto notaba cada día al cerrar la caja que los números de lo que se llevaban ellos y lo que entraba en su bolsillo no tenían relación alguna, pero no podía dejar el trabajo las consecuencias de una vida difícil la habían dejado entre la espada y la pared, si quería comer y tener un techo donde dormir lo tenia que hacer.

Pasaban los días y los meses, vio entrar y salir empleados muchas veces. La empresa aprovecha al máximo todas las posibilidades de flexibilización y precarización: contratos a término, por temporada. Decenas de pibas y pibes que ingresan, trabajan tres meses y se van, algunos con recuerdos imborrables como la piba de 18 años que se quemó las manos con el aceite hirviendo de las papas fritas, pero aún así, “no pasó la prueba”, según los gerentes que bajan línea incentivando la competencia e individualismo extremo entre empleadas y empleados para ganarse el mérito de pertenecer a esta “experiencia única”.

Hubo horas eternas de filas. Sol pasó por todos los puestos cubriendo las faltas por los despidos, le gritaron, y le gritaron aún más, todas aquellas a las que llamaba gerente, la hicieron competir con sus compañeros, haciendo tortuosa las horas de estar allì.

La historia podría continuar. Del mismo modo, con otros nombres y ser una de las tantas rutinas que vemos a diario. Pero estamos atravesados por una pandemia y en Jujuy, como en el resto del país, hubo aislamiento social preventivo y obligatorio, o en otras palabras cuarentena. Cerraron muchos locales, entre ellos en el que Sol trabaja, pero claramente no fueron vacaciones para nadie. Los despidos de la mitad de las y los trabajadores, anunciados con la simple eliminación del grupo de whatsapp, fueron advertencia suficiente para quienes tenían la suerte de seguir “perteneciendo al equipo”: las ventas online empezaron a ser una constante preocupación, si vende dos, tres, tiene que llegar diez.

Esa semana se convirtió en dos, y así hasta que llegó el otro mes y por fin el momento al que los trabajadores esperan más que al mundial; sí, el momento de ir a cobrar. Pero después de varios días revisando, se dio cuenta que no le iban a depositar más, empezó a escribirles a sus compañeros, sin importar si con ellos hablaba menos o hablaba más, estaban todos en la misma, recibos de 300 a 500 pesos, el tan aclamado IFE tampoco llegó, porque la promesa implícita de un trabajo en blanco no entraba en el padrón.

Su compañera la más alegre, la que nunca está mal, la llama llorando el nudo que tiene en la garganta vuelve inentendible la conversación, pero no era un código difícil de interpretar, ese mes no cobro nada, vive solo con su abuela; los precios de las cosas cada día aumentan, pero esta conversación no iba a quedar en el aire, había una pelea por delante. Y como en cualquier pelea, hay que elegir con qué bando estar, la competencia entre ellos llegaba a su final.

El tiempo acumulaba bronca, y mientras al mundo le dibujaban un enemigo invisible, ellas habían encontrado el suyo, pero este era fácil de distinguir estaba claro ante sus ojos y los efectos también eran nocivos para sus vidas.

Los botones de siempre

El famoso sindicato entro en escena, como ya han demostrado en muchas ocasiones defienden más a la empresa que a los trabajadores, pero hablar con ellos fue la primer respuesta que tuvieron, Sol y sus compañeros se acercaron a comentarles su situación y después de un par de palmaditas en la espalda se despidieron.Días después se enteraron que habían hablado con los dueños del local para avisarles que sus empleados se habían acercado a ellos para preguntarles que podían hacer, ahora ademas de los amedrentamientos cotidianos, se sumaba la búsqueda de los que hablaron. Así, se dieron cuenta que sólo pueden confiar en su propia fuerza, en la unidad entre compañeros y también con otras y otros trabajadores que pasan por la misma.

La precarización “cada vez más grande”

En medio de la impronta solitaria que tomaban las calles de la provincia, convertida en pasillos de hospital con los portadores de la última moda en barbijos, el gobierno anunció orgulloso que las medidas que tomó fueron efectivas para que “el bicho” no se propague. Vamos a omitir el hecho de que al COVID-19 le llame bicho y vamos a hablar de las condiciones en las que se encuentran los habitantes de la misma, porque está muy bien hablar de la crisis sanitaria que claramente es importante, pero ¿Y la crisis económica que agobia a miles de familias? ¿Qué pasa con todos los que viven del día a día? La enfermedad hoy no los mató, pero el hambre?

Casi al unísono de la voz del gobernador, el grupo de Whatsapp empezó a estallar, “se levantó la cuarentena”, tienen que volver a trabajar, la gerenta, la encargada y los jefes sincronizados como el coro de la primaria, llenan la pantalla de horarios, esto fue tarde en la noche y a la mañana siguiente tiene que ir a trabajar. Colmada de pensamientos se embebía en el humo denso del tabaco mientras buscaba el uniforme, había muchas preguntas pero ninguna respuesta.

Sol no tenía ganas de volver a trabajar, pero la motivaba pensar en encontrarse nuevamente con sus compañeros, así que respiró profundo y se abotonó la camisa mientras se subía el pantalón, se recogió el cabello, se puso el barbijo y salió nuevamente por el camino habitual.

Cuando llegó la esperaba la gerenta con un papel para firmar, “medidas de seguridad e higiene” le dijo entre dientes mientras le dejaba a un costado, dos barbijos del tono exacto del uniforme, Sol firmó el papel y se adentro en el local, pensando claramente lo ridículo del pseudo protocolo, los que están en atención al cliente comparten ese pedazo de acetato con vincha, al que llaman máscara. Claramente lo hacen para evitarse multas, porque de higiénico no tiene nada, se repite una y otra vez mientras entra en calor yendo de un lado a otro sin parar.

Ahora si, sumate al equipo: “Los jóvenes tenemos derechos, y nos estamos organizando!”

Termina el turno sale apurada a la par de su compañera, las dos se dirigen al mismo lugar. Se van a encontrar con grupo de pibas y pibes que se empezaron a organizar, todos trabajan precarizados y lanzaron La Red de trabajadores precarios e informales, para denunciar las condiciones en las que trabajan, están en contra de los despidos, de las suspensiones, también hablan de las rebajas salariales, es básicamente un pido por mi y por todos mis compas, va repitiendo Sol, mientras aceleran su paso para poder llegar.