Por estos días distintos sectores del campo reclaman al gobierno mayores beneficios. Pero en este bloque heterogéneo existen intereses que no se expresan: los de los peones rurales, los colonos y los pequeños productores arruinados. Frente al encuentro del 23 estos sectores deben movilizarse de forma independiente.
Lunes 22 de enero de 2018

La situación desesperante de los pequeños productores arruinados y el descontento de los colonos potenció el conflicto del campo y lo masificó. Pero a las demandas genuinas de estos se sumaron los sectores más poderosos del campo quienes colocaron demandas propias, en un intento de aprovechar y capitalizar al movimiento. Con el auto-llamamiento de “autoconvocados” la operación es hacer creer que si le va bien a unos les va bien a todos.
Sin embargo, la realidad es que algunos se benefician justamente porque otros se perjudican. No todo en el campo es oligarquía reaccionaria y patrones explotadores. Y por eso es importante hacer un corte transversal – de clase – sobre los distintos sectores. El campo es tan heterogéneo como el resto de la sociedad, y por tanto, existen intereses diferentes y antagónicos.
El patrón, el sojero, el rebenquero
Los sectores que hoy negocian con el gobierno nuclean a los medianos y grandes latifundistas, a los grupos de siembra y pools de agrobusiness, ya sean estos de capitales nacionales o extranjeros. Estos sectores son los que emplean decenas y cientos de trabajadores rurales, superexplotan la mano de obra, son los que azotan a los empleados que reclaman por sus derechos.
Son los sectores que contaminan el medio ambiente con sus agro-tóxicos, los que dañan la tierra con sus monocultivos y los que se han beneficiado de la gestión frenteamplista con leyes como la de riego en la que básicamente se privatizan los cursos de agua y se genera el lucro capitalista.
Los grandes hacendados tienen miles o decenas de miles de hectáreas y sus ganancias son exorbitantes y a precio dólar. La mayoría – otro regalo de la gestión frentista – es de capital extranjero y ligada a la producción agrícola para la exportación.
Estos hacendados no permiten la organización sindical y persiguen y sancionan a aquellos que deciden organizarse para reclamar por sus derechos. Obligan a sus trabajadores a plegarse a los cortes de ruta arriándolos como ganado y subordinando los intereses de los trabajadores a los de la oligarquía terrateniente porque “si gana el patrón gana la peonada”.
Como se vio en la reunión que mantuvieron con el presidente Tabaré Vázquez, estos sectores reaccionarios reclaman al gobierno seguir manteniendo su renta extraordinaria y ampliar sus exoneraciones sobre la base de quitarle a los que menos tienen (planes sociales, etc.).
Ligados a los partidos de la derecha uruguaya, intentan torcer el brazo del gobierno frentista en la puja por arrancar una tajada mayor a su favor.
La explotación intensiva de la fuerza de trabajo
Los trabajadores rurales del Uruguay, los peones, los zafrales, trabajan en condiciones de precariedad, expuestos a las clemencias del tiempo y a la prepotencia de los patrones que los consideran de su propiedad o sus siervos. Ejemplos como el trabajador azotado en Salto o las decenas de anécdotas de abusos de todo tipo que reciben los trabajadores y sus familias sumado a los salarios de miseria, reflejan la situación de la fuerza laboral.
Los intereses de los trabajadores, los peones rurales, los zafrales y de sus familias no tienen nada que ver con los de sus patrones que piden más beneficios impositivos para seguir superexplotando a sus empleados.
Tierra pal que la trabaja
Los colonos históricamente pelearon por la tenencia y uso de una parcela productiva que les permita vivir de su trabajo a ellos y a sus familias. Son los que se apuntan en el Instituto de Colonización a la espera de una tierra, mientras que el Estado los manosea constantemente haciéndolos esperar hasta 15 años. Cuando el gobierno se digna a entregarles tierras, son improductivas o de bajo rendimiento. Y cuando los colonos, en su desesperación, ocupan tierras para ponerlas a trabajar con sus propias manos, son desalojados y reprimidos por el Estado.
Los colonos y sus familias, hartos de esperar una respuesta favorable del gobierno, no tienen nada que ver con los reclamos de las grandes patronales del campo, que están interesados en el desplazamiento de los colonos de sus pocas tierras productivas para extender su latifundio.
Quiénes son los “pequeños productores”
Son aquellos que tienen unas pocas hectáreas dedicadas a la producción agrícola. Son quienes o no tienen personal a cargo o emplean a unos pocos trabajadores para trabajar la tierra. Son los que se sostienen a través de una economía familiar y de subsistencia. Son los perjudicados por los agro-tóxicos esparcidos por los grandes grupos de siembra que terminan contaminando sus pequeñas plantaciones. Son las huertas orgánicas que quieren escapar de la producción transgénica. Estos sectores son olvidados por el Estado que les niega créditos baratos y facilidades tributarias priorizando las exoneraciones a los grandes terratenientes. Son los que terminarán perjudicándose por la ley de riego frenteamplista y siendo desplazados de su tierra para que los grandes hacendados se queden con ella.
Estos pequeños productores arruinados y empobrecidos por las políticas económicas, por el ahogo financiero y por la política frentista de favorecer al gran capital agrario, no tienen nada que ver con los intereses de los medianos y grandes empresarios que están organizando el encuentro del 23 de enero, estén éstos dentro o fuera de las gremiales del campo.
Separemos la paja del trigo
El campo, como vimos, no es homogéneo y expresa la lucha de las clases y sectores de clases que presentan intereses antagónicos.
Para poder romper el bloque que va del patrón de la 4x4 hasta el peón rural o el colono, es necesario luchar de forma independiente de las gremiales agrarias y de las patronales que participan del movimiento rural que convoca al encuentro del 23 de enero, de los partidos que las representan y del propio gobierno y el Estado.
Frente al encuentro del próximo 23 de enero es necesario tener una postura clara. Es un error ir detrás de los grandes productores, oligarcas y terratenientes. Ellos se han beneficiado desde siempre a costa de los sectores más empobrecidos y ahora quieren imponer un programa neoliberal que nos empobrece a todos. Los pequeños productores, colonos y asalariados rurales deben luchar de forma independiente y buscar a sus aliados en los trabajadores urbanos.
La central de los trabajadores, el PIT-CNT, ha mantenido una postura de rechazo a las demandas del campo. Pero se niega a plantear una política de lucha hacia los sectores más postergados, los trabajadores rurales, los colonos y los pequeños productores, dejándolos a la deriva o directamente a que las patronales agrarias los usen como carne de cañón.
Frente a la terrible situación a la que nos ha llevado el Frente Amplio con la inigualable extranjerización de la tierra, hay que exigir la expropiación sin pago de los latifundios tanto nacionales como extranjeros, y que sean puestos a producir por sus propios trabajadores asociados y por grupos de colonos que no se rijan por la ganancia individual sino que produzcan para satisfacer las necesidades del conjunto de la población uruguaya, donde también se beneficien los pequeños productores con créditos baratos y facilidades para evitar que desaparezcan.
La salida de la expropiación – sin pago – de la gran propiedad de la tierra no solo es una cuestión de “igualitarismo social” sino que también devela el carácter de clase del Estado uruguayo, que no expropia a los grandes terratenientes del país, mientras que la mayoría de ellos deben al BROU millones de dólares. Situación que no hace más que constatar el carácter parasitario de los latifundistas cuya única condición es ser propietarios de la tierra.