Antes de empezar el último acto de su campaña de cara al balotaje del 22N, Mauricio Macri pretendió ayer al mediodía rendirle culto a la Pachamama, montando un simulacro en la localidad jujeña de Huacalera.
Viernes 20 de noviembre de 2015
Macri pretendió ayer al mediodía rendirle culto a la Pachamama, montando un simulacro en la localidad jujeña de Huacalera, junto a su esposa Juliana Awada, el gobernador electo de Jujuy, Gerardo Morales y otro tanto de regentes radicales, y algunos dirigentes originarios.
No hace falta pertenecer a los círculos íntimos del candidato de Cambiemos, ni mucho menos, para afirmar que Mauricio desconoce profundamente el significado de la “chaya”, o el “pago”. Ni hablar si alguna vez ha probado la hoja de coca. Probablemente crea que es una droga.
La maniobra demagógica del “cambio”, que levantó su cierre de campaña a los pies del Monumento al Indio en Humahuaca, merece un contraste que la desenmascare.
En diciembre de 2010 el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires denunció a las más de tres mil familias que en reclamo de una vivienda y trabajo digno habían tomado tierras del Parque Indoamericano, en Villa Soldati. A raíz de esa denuncia efectivos de la Policía Federal, de la Gendarmería de Sergio Berni, y de la Policía Metropolitana -el flagrante invento de Macri para hostigar a los laburantes, la juventud y las mujeres- reprimieron durante horas para concretar el desalojo ordenado por la justicia.
El saldo de la represión, que encontró una tenaz resistencia, arrojó muchos heridos y tres muertes. Muchas de esas familias eran inmigrantes de países vecinos, como Paraguay o Bolivia. Las tierras donde aymaras, quechuas, guaraníes y otras etnias rinden desde tiempos ancestrales y cada cual a su manera, culto a la Madre Tierra. ¿No pretenderá Macri tomarle el pelo a la Pachamama?
Su esposa, Juliana Awada, no sólo no se queda atrás, sino que desde el seno mismo de la indiferencia por la vida ajena, terceriza su trabajo en talleres textiles clandestinos en la ciudad de Buenos Aires. Es un eslabón más de la cadena de explotación que viven cientos de trabajadores inmigrantes, mujeres y niños entre ellos, que deben soportar extenuantes jornadas laborales, bajísimas remuneraciones, condiciones de hacinamiento, falta de privacidad y otros vejámenes.
Este año la bronca saltó cuando en abril, en el incendio de un taller clandestino en Flores, murieron calcinados dos niños. Estos niños pertenecían a la comunidad boliviana, quiénes en su mayoría son la mano de obra barata de estos talleres, y que la esposa de Macri explota con total impunidad.
El Monumento al Indio, su peso como un ícono de la lucha nativa contra el imperio español, degradado sólo por hoy a escenario de uno de los cipayos de los intereses de banqueros, terratenientes y empresarios, contrasta con los talleres clandestinos y el trabajo esclavo, con la represión y la xenofobia.
Esa fuerza histórica es la que confluye en el Frente de Izquierda, junto a mujeres, jóvenes y trabajadores, que este domingo no se come ningún sapo y llama a votar en blanco.