Esta movilización ocurrida en Nueva York, coincidió con el 50º aniversario de la conquista del sufragio femenino. Decenas de miles de mujeres salieron a las calles en otras ciudades.
Viernes 26 de agosto de 2016
La Huelga por la Igualdad de las Mujeres (Women’s Strike for Equality) fue convocada por las feministas para que se haga sentir en las legislaturas estatales norteamericanas la lucha por la igualdad de la mujer con el hombre. Sus consignas eran: las guarderías gratuitas abiertas durante 24 horas, bajo control comunitario; el aborto libre “gratis e inmediato”; oportunidades iguales de trabajo y de educación.
El movimiento por la liberación de las mujeres, que había explotado en Estados Unidos por los años sesenta, entraba en una nueva fase de la lucha adquiriendo masividad y extendiéndose por distintas ciudades.
En 1966, veintiocho hombres y mujeres sentaron las bases de la National Organization for Women (NOW, “Organización Nacional para las Mujeres”). Betty Friedan, su referente, fue quien organizó la huelga. En su libro Mi vida hasta ahora (2003), describe cómo surgió la idea: “El germen de la idea procedía de Betty Armistead, una mujer de Virginia que me había escrito para recordarme que el 27 de agosto de 1970 se cumpliría el 50° aniversario de acceso de las mujeres al voto y que las sufragistas originales habían propuesto una huelga general de mujeres en los últimos momentos de su batalla, medio siglo antes”.
Esta huelga de mujeres resultó en una gran manifestación de 50.000 mil mujeres en el centro de Manhattan, que bloqueó la Quinta Avenida y marchó orgullosamente hasta el gran centro de reunión de Bryant Park. La convicción de que se estaba haciendo historia fue expresada mediante un altavoz por Kate Millet, feminista radical que participó de la huelga mirando la vasta asamblea exclamó: “¡Realmente, ahora somos un movimiento!”.
Evelyn Reed, trotskista norteamericana muy prolífera, cuenta que había mujeres de todas las edades y de toda la escala social. “Participaron en aquella marcha no solamente mujeres negras y puertorriqueñas, obreras y estudiantes; sino también numerosos hombres simpatizantes. Somos una masa significativa e imponente que no puede ser ignorada, ridiculizada o despreciada por más tiempo, como si no tuviese importancia. Hemos afirmado en forma clara e inequívoca nuestra determinación de introducir cambios fundamentales en la situación que ocupa la mujer en la actual sociedad americana”.
Modelo para desarmar
El crecimiento económico tras la segunda guerra mundial, parió “Estados de bienestar” bajo los cuales las mujeres conquistaron distintos derechos en relación a la maternidad, el derecho al voto incorporado en la mayoría de las constituciones de los países del mundo. La expansión económica permitió una mayor presencia de mujeres en el mercado laboral, que colaboran en la transformación de la subjetividad femenina por su mejora de sus condiciones, y mayor independencia del hombre.
Esto posteriormente provocaría un cambio en la relación entre los géneros y un “malestar de las mujeres” que originó el movimiento feminista de la segunda ola. El rol tradicional de la mujer “que debía estar en su hogar” experimentó transformaciones. Lo cual, a su vez, socavó y devaluó al matrimonio y a la familia.
El boom económico y la estabilidad no duraron eternamente. Los años sesenta marcaron nuevos tiempos. En medio de huelgas económicas y políticas, luchas contra la opresión nacional, radicalizadas movilizaciones estudiantiles, las peleas de los afroamericanos y de un poderoso movimiento contra la guerra imperialista en Vietman, las mujeres irrumpieron en la escena política internacional.
Las mujeres no podían aspirar al mismo salario por igual trabajo, cobrando un 60% del salario masculino; no podían decidir no decidir no tener hijos. De allí partía el malestar. Este también surgía de los estereotipos vigentes. Como declaran las referentes en el documental “She’s beautiful when she’s angry”: “podías verte como Miss América y sin embargo pensar que no te ves bien. No se podía hablar de píldoras anticonceptivas, ni del aborto. El horror y el miedo al embarazo aparecían sin importar que hicieras. Si te violaban la gente no te creía, si te maltrataban nadie te creía”.
Entre 1966 y 1971 tomó fuerza un movimiento feminista y una gran revolución cultural impregnó en toda una generación. La relación entre los sexos comenzaba a verse como una relación política. Las mujeres era un grupo oprimido y lo habían sido a lo largo de la historia. El lema más importante de la generación fue “lo personal es político”. Las mujeres se daban cuenta que lo que les ocurría en cada casa no era individual, que era un problema social y que no estaban solas, sacando un enorme peso que recaía sobre ellas.
Una de las grandes conquistas del movimiento de mujeres norteamericano fue la obligación impuesta a las compañías de telégrafos y teléfonos para que pagaran las diferencias retroactivas de salario –en relación al salario masculino- que correspondía a las empleadas por ser mujeres desde su ingreso en la empresa. Otras fueron las conquistas sobre los derechos reproductivos, aborto y violencia sexual. Ellas conquistaron importantes victorias, cambiaron dramáticamente la conciencia de mucha gente, y provocaron debates críticos acerca de la supremacía masculina en los movimientos populares y la sociedad en general.
Fue en esta época que una gran marea de literatura feminista comenzó a circular para satisfacer la demanda de las mujeres que buscaban comprender el origen de la opresión. Y, a su vez, hubo un gran interés en reconstruir la historia de las mujeres, el origen de la opresión y el estudio sobre las mujeres en las distintas áreas de conocimiento. Fue representativa la quema de títulos académicos por parte de jóvenes universitarias neoyorkinas como protesta a que no hubiera clases de historia de las mujeres en la universidad”. Mostraban que la lucha por la liberación implica cuestiones varias y complejas, desde la reconstrucción de nuestra historia “escamoteada” hasta la valoración de la naturaleza de la vida contemporánea y la transformación de las relaciones humanas.
La base de la lucha por la igualdad y sus conquistas
La perspectiva más general del movimiento setentista fue anti-institucional. Una de las lecciones de la década de 1970 para el movimiento de mujeres es que el progreso viene de la lucha de masas, de las calles y meramente de los parlamentos. Las mujeres necesitaban una revolución social, en alianza con los trabajadores y los oprimidos.
Betty Friedan escribió “La mística de la feminidad” (1966) marcando un antes y un después, y dándole forma al movimiento feminista urbano de clase media. Como fundadora y dirigente de la NOW, tomó posiciones en asuntos como la igualdad de salarios, las oportunidades de promoción y otros derechos que hoy lo son por ley, pero que entonces ni siquiera llegaban a borrador. Destacaron sus presiones al Gobierno estadounidense para que prohibiese la discriminación en el trabajo, y a las aerolíneas para que suprimieran la política de emplear tan sólo a mujeres solteras menores de treinta y dos años como azafatas de vuelo.
Como decíamos en otra nota, “aunque la dirigente de la coalición NOW que encabezó la movilización, quizás no conocía (o conocía muy poco) a Lenin o el legado de la revolución rusa, en los hechos era empujada a la misma conclusión (que en palabras de Lenin era: ‘La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida’).”
Pero si bien Betty Friedan y las militantes del NOW libraron una cruzada en favor de la paridad de géneros; su trabajo no estuvo exento de críticas y controversias. Sobre todo, a raíz de su inicial renuencia a levantar las reivindicaciones de las mujeres negras y lesbianas-. Fue incluso llamada “retrógrada” por defender que las mujeres podían y debían vivir en asociación con los hombres.
En el movimiento de mujeres, a lo largo de la historia, hubo diferentes concepciones para pensar el origen de la desigualdad, y distintas estrategias para visibilizar la opresión, como darle una salida. El movimiento NOW, de raíz liberal, eventualmente optó por la inclusión en el aparato del estado, y busco reformas tendientes a la igualdad. Otras tendencias en el movimiento sostenían una perspectiva anticapitalista.
Hoy las mujeres retomamos las mejores lecciones de tradición setentista que cuestionó, elaboró y se organizó contra la opresión de género así como contra la explotación de clase inherente al el sistema capitalista.