Vamos ya casi un mes de cuarentena, si bien se prometió un bono de diez mil pesos para los sectores informales y salió un decreto con la supuesta prohibición de despidos, la parte más perjudicada siguen siendo los sectores de informalidad porque las empresas siguen despidiendo, suspendiendo o "sugiriendo" la renuncia de los empleados.
Lunes 13 de abril de 2020 18:29
Las patronales, mientras se llenan los bolsillos con millones, pagan sueldos que son una miseria. Precarizan y terciarizan a los laburantes, y no les tiembla el pulso cuando se trata de despedirlos, la diferencia es que con la pandemia y el aislamiento obligatorio esto quedó mucho más a la vista, hace semanas recibimos cientos de denuncias de despidos, suspensiones, salarios no pagos y llamadas por Whatsapp para obligar a los trabajadores a renunciar y otros aprietes.
No podemos ignorar tampoco, que gran parte del sector informal está compuesto por la juventud que se ve profundamente afectada por estas consecuencias.
No hay respuesta del Estado que garantice que todo este sector va a tener una salida de esta crisis conservando el trabajo y por ende con ingresos para poder vivir.
Hay un gran sector de las patronales que aún no dieron respuestas a sus empleados de ningún tipo, o prometieron sueldos que aun no cumplieron, pero tampoco despidieron, prometiendo que "cuando todo vuelva a la normalidad" los empleados podrán volver a sus puestos de trabajo. Esto termina siendo una presión hacia los laburantes que están en la incertidumbre total en este momento porque muchos temen denunciar esta situación y como consecuencia quedarse definitivamente sin trabajo.
Tenemos, por ejemplo, el testimonio de Martín de 26 años que trabaja en una fábrica de insumos alimenticios en Unquillo, que nos cuenta:
"Yo trabajo en una fábrica de insumos alimenticios, en negro. El día viernes después de que se decretó la cuarentena no me quisieron dar el permiso para circular, pero me pidieron que vaya a trabajar normal, también me dijeron que si esto se extendía no me preocupara; iba a haber plata para mi y mis compañeros.
Sin embargo el miércoles 22 de marzo, me dijeron que no vaya más, y antes de llegar el viernes (yo cobró por semana los viernes) me comunicaron que "no tenían plata" para pagarnos más que cuatro horas cuando en realidad trabajamos once horas por día. O sea 1.800 pesos en vez de 6.800, eso fue lo que nos ofrecieron, y no me llamaron más, aunque la fábrica sigue funcionando y ellos siguen ganando plata.
Si no fuera por el respaldo familiar, que sirve para vivir el día a día y nos da una posición mas cómoda, a mi pareja y a mí porque convivimos, no sé cómo haríamos. Y no queremos ni pensar en las deudas que se están acumulando".
Martín nos pidió que no nombremos a la empresa por miedo a represalias, pero no sólo nos contó cómo vive en cuarentena, sino que también nos dijo que una característica en común entre él y todos sus compañeros es que se encuentran en "negro" desde siempre, ninguno está trabajando formalmente y hay días que superan las once horas diarias.
"No tenemos seguro alguno, si nos pasa algo y no podemos ir a trabajar, si nos enfermamos, si somos padres, no tenemos ningún respaldo. No presentarse a trabajar siempre significa no cobrar", agrega.
Hoy, en un contexto de crisis sanitaria y económica sin precedentes, somos las y los jóvenes precarizados los primeros afectados por las medidas que deciden un puñado de empresarios, y el Estado no da respuestas, es más, parece resignarse cuando Alberto dice que prefiere tener 10 % más de pobres que miles de muertos, como si la única salida fuera que a esta crisis la paguemos los trabajadores.
Es por esto que desde el Frente de Izquierda y de la mano de Nicolás del Caño venimos exigiendo que el Estado garantice a través de un impuesto del 3% al sector más rico del país, un salario de cuarentena de por lo menos 30.000 pesos para poder resguardar parte de los ingresos de los trabajadores y que puedan darle de comer a sus familias.
Creemos que es momento de que se empiece a pensar más en las millones de personas que tenemos la incertidumbre de cómo va a seguir nuestra vida después de esto, que no sabemos como vamos a pagar el alquiler, los impuestos, o la comida, y menos en los empresarios que todos estos años se llenaron de millones los bolsillos a costa de la precarizacion laboral.
Es hora de que entiendan que nuestras vidas valen más que sus ganancias y que no elegimos resignarnos ante la brutalidad del sistema.