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Red Internacional
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Libertades Democráticas. Valiente relato de Pochi Almonacid contra los policías golpeadores y violadores

El miércoles declaró el joven golpeado, torturado y violado en la Comisaría Segunda de Trelew en el año 2012. Completa crónica sobre su impactante y conmovedor testimonio.

Iván Marín Trabajador de prensa de diario El Chubut

Viernes 1ro de abril de 2016

La contundencia del testimonio de Maximiliano Almonacid el martes pasado dejó contra las cuerdas a los cincos policías acusados de golpearlo y violarlo en la Comisaría Segunda de Trelew el 18 de enero de 2012. Las declaraciones de Pochi (así lo apodan familiares y amigos), fue la primera en este segundo juicio que se realiza por el caso. La Izquierda Diario fue el único medio presente en la sala desde el inicio hasta el final de la jornada.

La audiencia prevista para las ocho de la mañana comenzó con más de cuarenta minutos de retraso y con un imprevisto pedido de Aníbal Muñoz para desistir de la defensa de Guillermo Hervida. Ello motivó una discusión donde se ponía en debate la continuidad o no del juicio hasta que el acusado encuentre nuevo abogado. La fiscal María Tolomei planteó que esta era una nueva maniobra dilatoria por parte de los acusados. Luego de un breve cuarto intermedio el tribunal integrado por los jueces Marcelo Nieto Di Biase, Fabio Monti y Laura Servent resolvieron continuar con el debate y le informaron a Muñoz que hasta tanto no encuentre un abogado que acepte el caso, continuará a cargo de su defensa Hervida. Como veremos a continuación, más allá de que efectivamente este haya sido un intento de dilatar el juicio, no se puede descartar que las diferencias entre defendido y defensor sean reales a partir de la complicada situación en que quedó Muñoz luego de la declaración de Pochi. El resto de los acusados son Carlos Treuquil , Héctor Ortiz, Carlos Pato y Sergio Castillo.

El joven Almonacid comenzó a declarar apenas pasadas las nueve de la mañana y lo hizo hasta quince minutos antes de las trece horas. Luego de dar las descripciones personales que solicitan en estos casos, y de aclarar que nunca con antelación a la razón por la que se lo citaba había tenido problemas con la Policía o estado detenido, comenzó su exposición sobre los macabros hechos del cual fue víctima. Empezó relatando que esa noche había salido con los hermanos Guillermo y Alexis Ulloa, vecinos del barrio. Alrededor de las doce de la noche fueron a un pool ubicado al lado de la municipalidad, de ahí a comer algo y luego al pub La Parada. Este fue uno de los pocos pasajes en que su declaración no coincidió con la descripción de los hechos que había realizado la fiscal Tolomei, quien había señalado el día anterior que donde jugaron al pool fue en la confitería Génesis y el boliche en cuestión era El Establo. Aunque, hay que decirlo, es un detalle menor para la causa.

Ya en el boliche Pochi se encontró con su novia por aquel entonces, Ivana Mansilla. La joven estaba acompañada de Nora Antenado y su hermana, por lo que Maximiliano también fue con sus dos amigos. Allí estuvieron hasta aproximadamente las cinco y media o seis de la mañana. Mientras caminaban rumbo a sus casas iban bromeando. En el intercambio de chistes comenzó una discusión por el tema religión. A la altura del Gimnasio Municipal N1 Ivana se enoja por la discusión y quiere irse a su casa, pero Pochi dijo que la manoteó para que se quedara. La convencen y siguen hacia su casa, sita en pasaje San Luis N 243, del barrio Presidente Perón. Era acompañado por uno de sus vecinos. Las dos amigas de Ivana ya habían cambiado recorrido rumbo a su casa. El joven aclara que habían tomado alcohol, pero no iban ebrios.

Cuando llegan al pasaje San Luis, Pochi advierte que “apareció una Trafic color blanca, con un hombre medio petizo con rulos y barba. Manoteó a mi novia de un brazo, la quería meter en la camioneta. En ningún momento conocíamos a ese hombre. Yo atino a defenderla. Le pego una piña y el hombre cae al lado de la camioneta. Sigo caminando con mi novia. El hombre se levantó. Cuando íbamos llegando a mi casa escucho un ruido de una Trafic con una velocidad bastante alta (…) y me atropella contra un portón y atino a correr a mi novia. Mi novia se corre, sale disparando. Yo quedo tirado porque la Trafic me había pisado, lo cual veo que da marcha atrás para volver a intentar pisarme cuando ya estaba en el piso. Alcanzo a pararme, atino a agarrar una piedra para defenderme. Le quiero tirar a la Trafic y le erro. En el momento veo que aparecieron dos (o, no recuerdo bien si eran tres), patrulleros atrás de la Trafic”. Mientras esto ocurría, Ivana había corrido asustada hacia una parada de taxi, explica el joven Almonacid.

Maxi aclara que el pasaje donde vive y transcurrieron estos hechos es muy angosto, por lo que los patrulleros le dieron permiso a la Trafic para que hiciera marcha atrás y se vaya. Dijo que cuando hicieron la denuncia describió al hombre pero nunca lo encontraron.

Pochi intenta huir hacia su casa, pero los policías lo interceptan en el momento que intentaba ingresar. “Estaba agarrado de las rejas de mi casa y dos policías me pateaban las costillas para que me soltara del portón. Lograron que yo me soltara y luego me pegaron en el piso y me subieron a un patrullero”, denuncia el joven que entonces tenía tan solo dieciséis años. Recuerda el aspecto físico de los dos policías que lo golpearon, detuvieron y subieron al patrullero: “uno blanquito de cara y el otro era morocho, medio alto y peladito”. El primero se trata de Carlos Pato, el segundo de Héctor Ortiz.

Continúa Pochi con el relato: “el que me subió al patrullero era el morocho. Me llevaba con la cabeza abajo. No me dejaba que suba la cabeza, me daba golpes de puños en la cara. Me decía que si quería subir la cabeza que la subiera, pero me estaba pegando”. Maxi no recuerda que hubiese otro policía en el auto, además de Ortiz y el conductor. Más adelante, Graciela Sáez, vecina de la familia Almonacid, testimoniará que eran dos los efectivos en el asiento de atrás. Se lo llevaron a la Comisaría Segunda, a escasas cuadras del lugar.

“Yo pensaba que iba a llegar a la comisaría y me iba a retirar normalmente. Nunca pensé que iba a pasar todo lo que pasó”, señala Pochi. Lo ingresaron y lo dejaron tirado en un pasillo interno al aire libre. Allí comenzó el tormento peor. “Me dieron muchas patadas en las costillas, en la panza. Me cambiaron las esposas, me siguieron pegando, no me dejaron que les mire. Me pegaron por todas partes. Me acusaron de que había robado, que era un chorro y un montón de cosas más. Para ellos era un delincuente. Lo cual yo no entendía por qué me tenían ahí. Me detuvieron por una pelea supuestamente con la Trafic y me decían que había robado”, describe consternado pero con firmeza y seguridad.

Consultado por la fiscal cómo eran las personas que lo golpeaban, responde que “uno era grandote, morocho, bastante gordito. Estaba con ropa de policía.”. Se refiere a Aníbal Muñoz. Prosigue con la respuesta y señala que recuerda “haber visto a un policía que más o menos ya lo conocía, de apellido Treuquil (Carlos). Yo lo conocía más o menos de la iglesia (…) Unos días antes me habían invitado a un lugar que hacían de la iglesia, así que fui y lo había encontrado en ese momento a él. Así que sabía que era policía”. También dijo que fueron varios los uniformados que lo golpearon en el pasillo, pero que no le dejaban levantar la cabeza, por lo cual no los pudo reconocer.

La oscuridad, el calvario y la valentía infinita de la denuncia

Hasta ese momento Pochi vivió en carne propia lo que miles y miles de pibes morochos y de barrios populares como él sufren en las comisarías a lo largo y ancho de nuestro país todos los días. La clara madrugada de ese verano se transformaría en la más opaca de las oscuridades cuando lo llevan a un cuarto sin luz de la dependencia. Maxi no recuerda cómo era el lugar porque le “pusieron algo en los ojos. No recuerdo bien si era un trapo o era algo, pero yo podía sentir que me habían puesto como una mano en la cara, así que era una mano con algo. Luego me metieron ahí. Yo nunca esperaba que pase lo que tenía que pasar. Pensé que iba a ser algo normal, que me iban a dejar ahí adentro y nada más, lo cual veo que me tapan los ojos y ya me empecé a sentir un poco raro”. La voz de Pochi comienza a resquebrajarse, sus incontenibles lágrimas se hacen presentes por primera vez en el relato. Continúa: “Me pusieron contra una pared, me hicieron poner las manos arriba. Yo siento que queda uno solo (en el cuarto) que me tenía y me bajan los pantalones, me sacan el cinto, me bajan el calzoncillo y luego me penetran con algo”. Se interrumpe por varios segundos el testimonio. Pochi no logra contener el llanto. A todos los presentes, con la excepción de los cincos policías sentados en el banquillo de los acusados, nos invade una sensación de impotencia imposible de describir. El rostro de los abogados defensores avizora que este juicio no volverá a quedar impune por segunda vez. Los jueces se muestran visiblemente consternados ante el aberrante relato. Marcelo Nieto Di Biase, presidente del tribunal, le dice a Pochi que se tome el tiempo que necesite para volver a declarar. Pochi, retoma la declaración y recuerda que el grandote Aníbal Muñoz mientras sucedía todo le decía “ahora vas a gritar como mamá”, en referencia al pedido por su madre que el joven realizó mientras lo golpeaban minutos antes. Nuevamente las lágrimas del atroz recuerdo impiden seguir el relato. Nuevamente Di Biase interviene y le pregunta si quiere descansar unos minutos. Pochi saca fuerzas de algún lugar recóndito e inimaginable y continúa con el testimonio. Allí dice que mientras era violado escucha los gritos de su madre y su novia. Ambas se encontraban en la sala de ingreso de la comisaría reclamando por su libertad. Dice que no sabe qué pasó, si acaso esos gritos asustaron a los efectivos, pero lo retiran del cuarto con los pantalones bajos, lo vuelven a dejar en el pasillo donde había estado anteriormente y un policía lo golpea con el cinto que le habían sacado minutos antes.

El grandote Aníbal Muñoz

El joven prosigue, y dice que en el pasillo ve a su novia venir de frente y atina a levantarse los pantalones. También la habían detenido a Ivana. Luego de ello le “sacaron las esposas, me dejaron en el pasillo, me siguieron golpeando, me dieron unas patadas más en las costillas, en las piernas. Yo con mucho asco y dolor lo único que les dije que yo sabía bien, que había visto la cara de ellos y que lo único que quería era salir de ahí, que no se olviden que iban a pagar todo lo que me habían hecho. Luego me tiraron como con un jarro, me mojaron la cara, me tiraron la zapatilla porque me habían sacado una”. Mientras Ivana pasa por el lugar, el grandote Muñoz le dice “acá tenés a tu noviecito, mirá cómo está, ¿no te da vergüenza?” Pochi pide ir al baño, y le hicieron pasar al que se encontraba en una oficina cercana. Recuerda haber visto en el pasillo además a Treuquil y Pato. Le dijeron que iba a ir un médico a revisarlo, pero nunca llegó. Luego lo largan.

Se encuentra con su madre y familiares en la entrada de la comisaría. Expresa que sentía vergüenza por lo que había sufrido, pero no le dice a nadie en ese momento. Quería irse a su casa, pero lo llevan primero al hospital. Luego van a diario El Chubut a hacer la denuncia pública. Luego de descansar en su casa dijo que fue a varios lugares y que “no sabía cómo aguantar tanto dolor y bronca”. Tenía ganas de matarse, expresó. Fue a la casa donde estaba Carla, su cuñada, y le contó todo. No quería decirle a su madre por vergüenza. Finalmente la llamaron y lo hizo. Al otro día fueron a hacer la denuncia.

Obviamente, Pochi desde entonces no es el mismo. No solamente desde el punto de vista emocional, sino físico. Al día de la fecha aun tiene lastimaduras del momento que vivió en la comisaría. Pochi por aquel entonces practicaba fútbol y boxeo. Dijo que antes era una persona muy divertida y que todo eso cambió. Ahora le cuesta relacionarse con la gente. Dejó el deporte. Dice que junto a Ivana buscaron tener una hija para darle sentido a su vida. Tuvo varios intentos de suicidio. “Me cortaron la juventud, ahora tengo que dedicarme más a mi hija”, expresa. Cuesta entender ante semejante relato qué razones encontraron en el año 2013 los jueces Ivana González, Adrián Barrios y Rubén Arguiano para absolver a los cinco acusados en el primer juicio que se desarrolló por esta causa.

Pochi reconoció que su familia fue fundamental en la contención. En un principio no quería hacer la denuncia por miedo y bronca, pero además porque “quería hacerlos sufrir a ellos como me hicieron sufrir a mí”. Dijo que quería hacer justicia por mano propia. Denunció que los familiares de los policías emprendieron una campaña de difamación con falsos rumores sobre él, su familia y su novia. Esa campaña se puede constatar fácilmente hoy en día en las redes sociales de nuestra zona.

Pochi actualmente retomó el boxeo. Recordó que antes de dejarlo le estaba yendo bien en la disciplina, donde llevaba diez peleas, de las cuales ganó nueve y perdió una en la final de los Juegos Evita.

Luego de un cuarto intermedio de más de cincuenta minutos, pasadas las trece y treinta horas se retoman los testimonios con dos testigos que presenciaron los hechos sucedidos en la puerta de la casa de la familia Almonacid cuando detuvieron a Pochi. Graciela Sáez, vecina por aquel entonces, ratifica las declaraciones que había efectuado Maxi minutos antes. Dijo haber visto a la Trafic apretando a Pochi contra un paredón y que inmediatamente llegaron dos patrulleros. Alrededor de cuatro policías golpeaban al joven mientras se encontraba agarrado de las rejas de su casa. Lo bajaron y golpearon salvajemente mientras gritaba pidiendo por su madre. Sáez intentó acercarse para ingresar a la vivienda de la familia Almonacid para informarles lo que estaba pasando, pero un policía no la dejó. Describe que eran dos los policías que ingresaron al asiento de atrás del patrullero junto a Pochi. Finalmente recordó que le preguntó a los policías por qué no tomaron los datos del conductor de la Trafic, pero no recibió respuesta al respecto. Hugo Angulo, también vecino, describió una escena similar, pero en particular ratificó que vio a una vecina reclamándole a los policías por la salvaje golpiza al pibe. Se infiere que se trataría de Sáez.

La jornada del miércoles posiblemente sea la más importante en todo el desarrollo del juicio. Pochi Almonacid mostró una entereza sublime para relatar durante casi cuatro horas el espeluznante momento que le tocó vivir cuatro años atrás. Incluso nunca dudó ante las preguntas de los abogados defensores que intentaban hacerlo entrar en contradicciones. Su valentía trasciende la decisión que finalmente tome el tribunal. Su valentía salva vidas. Deja al descubierto y ratifica que el único camino posible para combatir estás prácticas inherentes y naturalizadas del aparato represivo del Estado, es denunciarla en todos los ámbitos, en particular en las calles. El lunes 4 de abril a las ocho de la mañana continúa la ronda de testigos. Se presume que la encargada de abrir el debate será Estela Almonacid, la madre de Pochi, pieza clave en la lucha para que este caso no quede impune.