Grave ataque homofóbico a pareja homosexual tuvo lugar este domingo 23 de agosto en la región de Valparaíso. Uno de los afectados terminó con severas heridas mientras se preparan acciones legales contra el agresor.
Miércoles 26 de agosto de 2020
Joaquin Somela y Eduardo Hermosilla son los nombres de la pareja agredida tras meses de acoso por el agresor por medio de insultos, hostigamientos y comentarios constantes en torno a su orientación sexual, incluso éstas afectando al hijo pequeño de esta familia homoparental.
Según el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH) el agresor identificado como Jorge Hernández Hernández comenzó a hostigarlos utilizando un parlante con volúmen alto direccionado hacia su casa. Dada las molestias de ruido una amiga de la pareja fue a solicitar que le bajara el volúmen. El victimario ante esto no sólo no accedió a lo pedido sino que después la agresión pasó a un plano físico.
“Cuando Joaquín fue a comprar alimentos, el agresor lo divisó, lo alcanzó, le dio golpes de puños en el rostro, lo derribó en el suelo y le rompió un vaso en la cabeza, dejándolo con profundas heridas.” declaró Orlando Jiménez integrante de MOVILH.
Este caso pone nuevamente en la palestra la realidad de miles de personas de la comunidad LGTBI+ quienes constantemente nos vemos vulnerados en el derecho de vivir libremente nuestra sexualidad. ¿Quién es el responsable de esta agresión? La respuesta inmediata es quién agredió psicológica y físicamente a Joaquín y a Eduardo. Sin embargo, la homofobia se sustenta bajo un complejo entramado de prejuicio y discriminación sostenido, reproducido y profundizado por diversas instituciones como las Iglesias, los medios de comunicación hegemónicos, el sistema educativo, las leyes y el Estado, ellos también son responsables.
Prejuicios arraigados en la sociedad chilena y amparados por la constitución política, la cual plantea que el sostén de la sociedad es la familia heterosexual. Desde este punto de vista, no podemos pensar que el agresor no es un producto social y un hijo sano de este sistema que declara implícita y explícitamente que hay personas que tienen más derechos que otras según su orientación y/o identidad de género.
Los insultos, las “bromas” en torno a la sexualidades no hegemónicas, la invisibilización de la diversidad sexual, la promoción de discursos de odio -como los generados por los representantes de la iglesia católica y evangélica y gran parte de los actuales parlamentarios- configuran la biografía de todes quienes hemos decidido romper la heteronorma y vivir nuestra sexualidad según nuestro deseo y sentir.
La exigencia de justicia no se cierra en el estrecho marco de una sanción a tal o cual agresor, que es necesario, sino en re pensar qué sociedad queremos para nosotres y las futuras generaciones, en este sentido, las banderas por una educación no sexista y educación sexual integral es una tarea urgente para evitar la promoción de discursos medievales, anquilosado en prejuicios conservadores que distan totalmente de veracidad, junto a la demanda por el derecho a la salud, vivienda y una vida libre de violencia, exigir dejar de ser tratados como ciudadan*s de segunda categoría no es solo un desafió sino un deber que no constituye solo a quienes somos parte de la comunidad LGTBI+, porque cada vez que un niño, niña, niñe, adolescente o adulto es insultado por su sexualidad este sistema de desigualdades se hace más fuerte y esa persona está más lejos de ser sujeto de su destino, quedando presa de la vergüenza y el miedo.
La comunidad sexo diversa sabe que la mayoría de las denuncias no tienen efectos reales sobre nuestra discriminación, pero no podemos pensar que debemos aguantarnos el dolor y solo apretar los dientes, hoy tenemos la posibilidad de organizarnos y desafiar a este sistema, hechar abajo las leyes que nos discriminan, pero por sobre todo cambiar las bases de esta sociedad conservadora y neoliberal que solo beneficia a una minoría social.