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Red Internacional
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SILVANA VANESA CASTAÑO. Víctima del machismo y del poder policial y judicial

Sábado 8 de noviembre de 2014

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Silvana Vanesa Castaño fue víctima de violencia de género por parte de su marido, durante dos años. Luego de reiteradas denuncias que no fueron atendidas, en una confusa discusión en la que corría peligro su vida, termino acabando con la de su marido. Finalmente fue condenada a 8 años tras un juicio abreviado y tras estar un año y medio en la cárcel, fue asesinada el 16 de Octubre de 2013 por efectivos del Servicio Penitenciario de Córdoba. Actualmente su crimen sigue impune.

¡Fede por favor, no rompas las cosas!- gritaba Vanesa la noche antes de que su vida cambiara para siempre.

Aquel día, su marido había discutido con el padre de Vanesa, por cuestiones del trabajo; Federico aseguraba - "ese viejo me cagó con la plata, me tiene cansado"- mientras tomaba un fernet en la casa con su hermano. Cuando Vanesa llegó del trabajo, el ya tenía demasiadas copas encima, la obligo a arreglarse para que fueran al baile. Al llegar al Sargento, Federico se encontró a su amigo "Cachi" y juntos comenzaron a insultar y amenazar a Vanesa con matarla a ella y toda su familia.

Ella asustada comenzó a pedir explicaciones, lo que aumento la ira de su esposo. Nunca le pidas explicaciones, nunca lo desafíes porque seguramente ese golpe te lo buscaste ¡te lo merecías!

Cuando llegaron a la casa, el nivel de enojo de Federico era muy alto ya no sólo era con ella si no con todos sus seres queridos. Estaba decidido a ir por todo, pero sorpresivamente después del rapto de locura quiso hacer el amor. ¿Cómo decirle que no? Si no había otra opción, que mejor que te ame y te pida disculpas. No vaya a ser que no quieras, se vendría otra paliza. Parece que eso no fue suficiente, sólo era la calma antes de la tormenta.

Cuando Federico tomó el cuchillo, Vanesa supo que las amenazas y sus peores pesadillas se habían vuelto realidad. ¿Vos no harías lo mismo? ¿No tomarías esa arma que cayó de su escondite? Esa que no sabías de su existencia, pero seguramente era para acabar con tu vida. La secuencia del horror se sentía en carne viva.

Justo en un momento de distracción, en el que él se encontraba de espalda buscando la fuerza para caer con todo su odio sobre su cuerpo y terminar con su vida, ella disparó. Cuatro balazos, dos en el cuerpo de Federico.

¡Por favor prestame el teléfono, tengo que llamar a la policía!... creo que lo mate a Fede- eso fue lo que dijo Vanesa a su vecina, antes de que el patrullero la llevara a Bower, su última casa.

Su sonrisa

Aquella mujer independiente que trabajó desde los trece años en el taller de tinglados con su padre, aquella que hizo de la determinación y la simpatía sus rasgos distintivos. Aquella mujer tan bella, de rasgos marcados y ojos color almendra con una sonrisa grabada en su rostro. Aquella mujer, mamá, hermana e hija. Vivió de cerca la violencia, vulnerable por el amor y la confianza, le entrego su vida a su marido. Y después cuando aceptó sus culpas y decidió cumplir su pena, cuando apenas comenzaba a construir nuevamente su camino, otra vez el destino truncando sus sueños y los de toda una familia. Borrando su sonrisa.

La injusticia de querer hacer justicia

Cuando Vanesa accedió a un juicio abreviado por 8 años por sugerencia del fiscal Almirón, la sensación de devastación la inundo por completo. Las esperanzas de demostrar que había cometido ese delito sólo porque no le quedó otra opción, porque prácticamente fue impulsada por el sistema corrupto y machista que archiva y archiva denuncias de violencia familiar y no da respuestas inmediatas a las víctimas. Era su vida o la de él y en el peor de los escenarios la de alguno de sus seres amados.

Cuando Vanesa accedió a ese juicio abreviado, accedió a una trampa, de esas jurídicas que aseguraban su bien pero le quitaban derechos y oportunidades, de marcar precedentes.

Dentro de la cárcel sufrió todo tipo de hostigamiento por parte de las guardias cárceles y de sus compañeras, pero ella no se dejaba pasar por encima y luchaba para que no robaran sus cosas o la volvieran a tratar como una vez ya lo había hecho Federico. En un enfrentamiento por una campera que le habían robado, Vanesa le pegó con una tetera en la cabeza a una compañera, luego de que la atacara con una cuchillita. Por este motivo fue castigada con 7 días de aislamiento en las insalubres celdas de castigo. A los tres días de comenzar el castigo le comunican que por su buena conducta el castigo ha sido condonado y vuelve a su celda en el Núcleo C1. Una semana después, el día 15 de octubre, Vanesa llama a su mama para pedirle disculpas porque el fin de semana siguiente, no podría saludarla y entregarle el regalo por el día de la madre; le habían notificado que debía cumplir con los 4 días que restaban del castigo y al día siguiente la llevarían. Lo que Vanesa no sabía era que estaba cayendo en un trampa y que es una práctica ilegal la de continuar con un castigo que fue condonado.

Felisa, su mamá supo que algo raro sucedía y a primera hora del 16 de octubre se dirigió al penal. Una vez allí solicitó hablar con la Directora del mismo, quien le informó que retomar el castigo era algo totalmente legal y habitual. A las 19 horas del mismo día, le informaron a Felisa que su hija se había ahorcado en la celda de castigo. Para ellos Vanesa se había convertido en otra presidiaria más, que víctima de una profunda depresión, había decidido terminar con su vida. Pero el cuerpo de Vanesa no decía lo mismo, mostraba serios indicios y marcas de haber sido torturada y matada a golpes. ¿Por qué? La razón fue que cansada de la vida hostil en la cárcel, de estar alejada de su hijo, de su familia, accedió a delatar a quienes vendían drogas dentro del penal para poder salir antes. Su error fue confiar en un fiscal inescrupuloso y creer que esa era la única salida que le podía brindar la justicia.

Si sufriste abuso policial o sos familiar de victima de Gatillo Fácil contáctate con las “Madres de la Gorra”.

Facebook: Coordinadora de Familiares Victimas de Gatillo Fácil