Miércoles 6 de mayo de 2015
Luego de la encuesta realizada en el INDEC, la Agrupación de mujeres Pan y Rosas decidió continuar con la iniciativa de la Comisión de mujeres de ese Instituto, para seguir escuchando y conociendo las opiniones de las mujeres en sus lugares de trabajo o estudio, con respecto a los diferentes tipos de violencia con los que se enfrentan a diario. Decidieron realizar pequeñas encuestas formadas por dos o tres preguntas. Su objetivo principal es tener una visión cercana a la realidad, en base a estadísticas propias, y además contar con una herramienta que permita sumar y organizar a más mujeres en la lucha por sus derechos.
En esta oportunidad el tema fue la violencia en el ámbito familiar. Comenzaron en sus respectivos lugares de trabajo, estudio y barrio: Ministerio de Economía, Ministerio de Trabajo, INDEC, Promoción Social CABA, Buenos Aires Presente (BAP), Zoológico de Buenos Aires, empresas privadas, Escuela de Enfermería Grierson. El total de encuestas fue de 185. Cabe aclarar que las mismas fueron anónimas, consignando como dato personal únicamente el grupo etario al que pertenecían.
Hicieron eje en tres preguntas: Sos o fuiste víctima de violencia familiar; denunciaste o denunciarías el hecho; conocés un hogar/albergue para mujeres en esta situación.
El 28℅ de las consultadas indicaron ser o haber sido víctimas de violencia familiar. Pero solo denunciaron el hecho el 35℅ de las mujeres de este grupo. Esto significa que 6 de cada 10 mujeres no denunció la violencia sufrida. Incidencia que aumenta en aquellas de mayor edad, consecuencia de un arraigo más profundo del modelo patriarcal basado en la desigualdad de género. La combinación del miedo, con la falta de alternativas que ofrece el estado para contenerlas, da como resultado que una mujer sea asesinada cada 30 horas a manos de su pareja o ex pareja, ya que en la mayoría de los casos deben seguir conviviendo con el agresor.
Por otra parte, aquellas que manifestaron no haber sufrido violencia familiar indicaron en un 85% que de encontrarse en esa situación, harían la denuncia correspondiente. Consultadas sobre el lugar, las principales respuestas fueron: Comisarías, Comisarías de la mujer, Oficina de Violencia Doméstica (OVD). Algunas de ellas al devolver la encuesta, plantearon su desconfianza en la idea de tener que acudir a una comisaría en caso de ser necesario. Y esta duda está fundada básicamente en el temor a tener que enfrentarse a policías varones, que en su mayoría tratan de disuadir a la mujer que busca auxilio, minimizando la situación o en casos más graves, informando en tono amenazante que su agresor tomará conocimiento de la denuncia y las represalias serán peores.
Una primera conclusión permite observar que existe un alto porcentaje de mujeres que no realizaron la denuncia, lo que indica la importancia de organizar y consolidar comisiones de mujeres que permitan a las mujeres en esta situación tomar contacto con la información.
La última de las preguntas fue sobre la existencia de hogares/albergues. La respuesta fue contundente, el 76% informó no conocer ninguno. Con excepción de las trabajadoras del BAP, que por su actividad están al tanto de los diferentes lugares. Aclaramos que este es un programa que funciona en la Ciudad de Buenos Aires, destinado a la atención de personas y familias en riesgo social, en su mayoría integrado por trabajadoras sociales y psicólogas.
Este desconocimiento es alarmante, y deja en evidencia la falta de compromiso por parte del Estado en difundir los programas que funcionan para asistir a las mujeres en situación de violencia familiar.
Centros de Atención en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
La Ciudad cuenta con un programa de Asistencia a víctimas de violencia integrado por los CIM (Centro Integrales de la Mujer) ubicados en diferentes barrios; las Unidades Convivenciales (son dos hogares/refugio para toda la ciudad) y por último la Central de llamadas que solo se ocupa de orientar a la víctima, pero que no tiene potestad alguna para dar intervención a ningún organismo y área mencionada anteriormente.
Según un informe presentado por la Defensoría del Pueblo, durante el año 2014, por ejemplo en el CIM de Villa Lugano, se atendieron 908 mujeres que fueron recibidas por dos abogados y dos psicólogos/as. En este centro trabajan ocho personas, de las cuales cuatro son contratadas. Algo similiar sucede en el CIM del barrio de Once, al que recurrieron 1.515 mujeres y que cuenta con solo seis abogados. En el mismo informe se destaca que es irrisorio que solo haya dos trabajadoras sociales para toda la ciudad, y que el Ejecutivo justifique esto informando que los CIM están articulados entre sí, y por lo tanto no es necesario incorporar más trabajadoras sociales.
Se indica también como preocupante la precarización laboral que existe en los dos únicos hogares refugio que funcionan en la ciudad. Por ejemplo, en el Refugio Mariquita Sánchez, sobre un total de 30 empleados/as, 22 son contratados/as. Esta circunstancia implica una rotación profesional constante, lo que afecta la calidad de atención de quienes además deben asistir a personas con una problemática tan compleja como lo es la violencia de género.
La falta de presupuesto, sumado a la ausencia de publicidad que permita acceder a la información necesaria, demuestra que las políticas públicas con enfoque de género no son una prioridad para el gobierno de la Ciudad.
Uno de los testimonios recogidos en la encuesta, no hizo más que aumentar la impotencia, al leer que una mujer saliéndose de la consigna de responder SI o NO, vió como posibilidad y pedido de ayuda escribir en ese pequeño papel TENGO MIEDO. Esto nos lleva inevitablemente a analizar y redimensionar la magnitud del problema que tienen miles de mujeres invisibilizadas por una sociedad machista, que las aísla y las condena a una vida signada por la violencia, en donde el Estado permanece ausente ante el avance exponencial de femicidios.
Porque en realidad no se trata solo de saber cuántas mujeres son golpeadas, raptadas por redes de trata, cuántas mueren por abortos clandestinos o asesinadas, sino de luchar para que esto se termine. Y es en este sentido que resulta indispensable organizar la formación de comisiones de mujeres en los lugares de trabajo y avanzar hacia la construcción de un movimiento de miles de mujeres que ponga en pie de lucha los derechos que nos corresponden. Porque sabemos que cuando una mujer avanza ningún hombre retrocede.
Para contactarse con la agrupación de mujeres Pan y Rosas se puede escribir a [email protected]