La candidata a intendente de Quilmes, autora de un reciente libro sobre el gatillo fácil y otras formas de brutalidad policial, demuestra que la Ejecución de jóvenes pobres es parte de una política de control social que lleva décadas.

Daniel Satur @saturnetroc
Viernes 18 de octubre de 2019 21:39
Foto I Enfoque Rojo
Un hecho reciente sirve de ejemplo. El 20 de mayo, en San Miguel del Monte, la Policía Bonaerense que conduce el gobierno de María Eugenia Vidal asesinó a tiros en plena ruta a cuatro jóvenes (tres de ellos adolescentes) y dejó gravemente herida a una quinta menor. Un efecto directo de la doctrina Chocobar de Patricia Bullrich.
La intendente massista de ese pueblo bonaerense, Sandra Mayol, primero buscó encubrir a los criminales y luego, por puro cálculo político, se “despegó” y hasta quiso posar de acusadora. Pese a estar imputada por encubrimiento, Mayol es la actual candidata local del Frente de Todos y busca su reelección en la boleta junto a Fernández y Kicillof.
Hace pocas semanas Ediciones IPS publicó La disciplina de las balas. Análisis en primera persona del gatillo fácil y la represión de la protesta en Argentina, libro de Carla Lacorte, militante del PTS y del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) y actual candidata a intendente de Quilmes por el Frente de Izquierda Unidad.
Desde hace 19 años Lacorte se encuentra en silla de ruedas, producto de un balazo por la espalda que le propinó, a mediados de 2001, el agente de la Policía Bonaerense José Salmo cuando ella bajaba de un colectivo rumbo a su casa de Quilmes.
En su libro, ella relata los avatares del proceso judicial que protagonizó contra el criminal uniformado. Pero también desarrolla sus valoraciones ideológicas y políticas sobre las características del gatillo fácil en la historia argentina reciente. Y además historiza a nivel mundial el fenómeno y lo analiza teóricamente para poder explicar por qué esa práctica policial y estatal nunca dejó de profundizarse y nada hace pensar que vaya a hacerlo en los marcos de este sistema capitalista y del régimen democrático burgués. Gobierne quien gobierne.
Una práctica sistemática
En una entrevista reciente en el programa El círculo rojo que se emite todos los domingos por Radio con Vos, Carla Lacorte explicó algunos de los ejes de su libro.
Entre otras cosas, Lacorte recordó que durante los últimos años del Gobierno kirchnerista las fuerzas represivas del Estado llegaron a asesinar a una persona cada 24 horas. Y que con el Gobierno de Macri ese promedio avanzó a una muerte cada 21 horas. Las víctimas, siempre, fueron y son predominantemente jóvenes y pobres.
Desde las llamadas “leyes Blumberg” del año 2004, votadas en el Congreso a instancias del presidente Néstor Kirchner, hasta la resolución 956/19 de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich que legaliza las ejecuciones sumarias a manos de las fuerzas estatales, el gatillo fácil es una práctica sistemática que nada tiene que ver con acciones individuales de efectivos “locos” o “sacados”.
El libro de Lacorte es a la vez una síntesis histórica sobre el surgimiento del concepto de gatillo fácil y su uso a nivel periodístico, político y social y un relevamiento de qué significación tiene ese concepto dentro de las políticas de Estado en la historia argentina reciente.
El gatillo fácil es un fenómeno que existe a nivel internacional y su función es el control social preventivo. En especial se enfoca en los pibes de entre 15 y 25 años, sobre todo de las barriadas populares, los llamados “ni-ni” (que ni trabajan ni estudian). Es una pena de muerte de hecho para esos pibes, que representan el 60 % de los casos de gatillo fácil.
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Una larga historia
Lacorte recuerda un artículo de Osvaldo Bayer publicado en 2004 en Página|12, titulado “Lágrimas, velas y rosarios”. Allí Bayer habla, entre otros, de “un asesino probo que hoy tiene su retrato en la jefatura de la Policía Federal de la calle Moreno: el célebre inspector general Fernández Bazán, quien estableció como norma para sus subordinados, la Ley Bazán: ‘Primero, disparo; después, pregunto’”.
“En el libro tomamos ese artículo de Bayer para mostrar cómo con personajes como Fernández Bazán arrancó el gatillo fácil a principios de Siglo XX. También damos cuenta de las investigaciones de Rodolfo Walsh sobre ‘la secta del gatillo alegre y la picana’. Y luego nos adentramos en las últimas cuatro décadas, cuando a fines de los 80 y principios de los 90, con las políticas neoliberales, para los sectores más postergados de la sociedad solo hay asistencialismo por un lado y represión por el otro”.
En el libro se analizan diversos casos ocurridos a lo largo de las últimas décadas, entre ellos el de la propia autora, que demuestran “cómo el gatillo fácil (y otras formas de brutalidad policial) es un crimen recurrente del Estado. Un crimen completamente actual, como lo vimos con la masacre de San Miguel del Monte, o con el hombre al que lo mataron de una patada en el pecho o en Villa Crespo con la masacre del remisero a manos de tres policías”.
Un símbolo de la mano dura y de la legitimación del gatillo fácil como política estatal fue el caso del falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, a quien una banda parapolicial le asesinó a su hijo durante un secuestro extorsivo. Corría el año 2004 cuando el Gobierno de Néstor Kirchner se hizo eco de las demandas de Blumberg e hizo aprobar en el Congreso una serie de leyes represivas que agravaron la situación en términos de gatillo fácil y mano dura policial.
“Allí vemos cómo el kirchnerismo, que hablaba de la defensa de los derechos humanos, que se reivindicaba ‘hijo de las Madres’, se alejaba discursivamente de Blumberg pero en los hechos votó todo el combo de leyes propuestas por él. Y en el libro mostramos cómo, a partir de esa votación de las leyes de Blumberg, los casos de gatillo fácil se duplicaron”.
El libro demuestra que la naturalización del gatillo fácil a través de un discurso manodurista propalado desde las usinas oficiales se corresponde con una necesidad represiva del Estado en tiempos de crisis económica, política y social para establecer (según las valoraciones burguesas) el “orden”.
La inseguridad es la Policía
Lacorte remarca que “lo que pasó con Blumberg no se dio en una época de crisis, pero sí había sectores sociales que estaban recuperando sus ahorros después del corralito y empezaban a pedir, justamente, orden”.
La autora relaciona directamente el gatillo fácil con cómo “los medios toman el tema de la ‘inseguridad’, con un discurso abiertamente criminalizador que termina naturalizando la ocupación de las barriadas populares con más policías, más patrulleros y cámaras. Ese poder represivo, obviamente, lo van a querer usar contra los trabajadores y el pueblo organizado que lucha. Así lo vimos en 2001, por ejemplo”.
En ese sentido, Carla reconoce que “en un contexto en el que, a raíz de las distintas crisis económicas, los niveles de pobreza nunca bajaron del 20 o 30 %, hay un sector de esa población que es empujado a delinquir por parte de las grandes mafias manejadas por policías como la Bonaerense”. Pero a su vez en el libro demuestra quiénes son los verdaderos creadores del gran delito y la inseguridad.
“En el gran delito, que es el que lleva los hechos de sangre más violentos, están directamente involucradas las fuerzas represivas del Estado. En el narcotráfico, en las redes de trata, en los robos de autos y desarmaderos. Sin la participación de esas fuerzas, esos delitos no serían posibles de llevar adelante. Y en el pequeño delito, que pueden protagonizar muchos jóvenes de esos sectores más empobrecidos, también está la Policía llevándolos a cometerlo”. Allí está el caso de Luciano Arruga para demostrarlo.
Para Lacorte la cosa no es muy difícil de entender: “sea quien sea que gobierne, el gatillo fácil y la represión a la protesta seguirán existiendo. Ahora Macri se va pero el FMI y el ajuste se quedan. Quienes lo van a reemplazar querrán implementar un pacto social. ¿Y cómo lo piensan hacer? Porque hasta ahora la burocracia sindical logró de alguna manera ‘apaciguar’ la cosa y por eso no necesitaron usar tanto a la Policía. Pero hay que ver qué pasa, sobre todo con lo que les deja preparado el macrismo”.

Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc