El 1 de junio de 1988, en un hospicio de Ciudadela, Capital, moría pobre y rodeado de sus libros el escritor catamarqueño Luis Franco.
Martes 7 de junio de 2016
Ilustración Sabat en http://luisleopoldofranco.com
Había nacido en Belén de Catamarca, un paraíso de Virgilio, donde hoy está la mina Alumbrera una de las diez más grandes de oro y cobre del mundo. Sus primeros libros recogen de la tradición griega, están moldeados a un paganismo feroz. Y como Thoreau ponía en el lugar divino a la naturaleza. “Religión? Soy un impío capaz de escuchar por horas una cigarra, pitonisa del sol…¿para qué decir que la ignorancia cerrada de la teología figura entre mis grandes erudiciones y que malicio más ciencia de dios en una calandira que en la Summa” (Teológica)
“No sé si tres o cuatro mi plantas puestas por mi mano me autorizan al título de plantador” Idem.
Franco reúne en sí mismo aquel apotegma que lanzó Rimbaud “vale tanto la mano que maneja el arado como la que maneja la pluma”. Y otra vez el ideario griego de acción y contemplación, celebrado por el poeta, usando de vehículo su propia vida, para afirmar esa condición de vivir de su trabajo: sea este el de talabartero o escritor. Franco era considerado en su pueblo el hombre que jamás dormía, ya que de noche se lo veía a la luz del farol leyendo a los clásicos, de día dirigiendo el arado tirado por un animal o arreglando un alambrado.
A finales de la década del ‘20 Luis Franco encabeza una sublevación de pequeños campesinos pobres. Ochenta jinetes toman la oficina del agua de Belén liberando el agua de riego que era propiedad de unos pocos terratenientes. Los rebeldes son desalojados por la policía local con apoyo de gendarmes y policías de la provincia. “Conocí la cárcel y fui metido adentro por un abogado -joven conservador- llamado Vicente Saadi”. Luego parte a Buenos Aires y empieza a trabajar en la biblioteca del maestro recomendado por el escritor Jaime Freyre, (jurado de los llamados Juegos florales, un certamen literario de gran prestigio, homónimo al que fundó Rubén Darío que Franco ganara en 1918 con “Oda Primaveral” y al que llegó cruzando cerros a caballo a la capital de Tucumán, para atesorar aquel ramillete de flores, lo que años después consideró “la más importante distinción recibida”).
En 1932 publica “El general Paz y los dos caudillajes” ensayo histórico agudo, donde condensa una serie de artículos aparecidos en la revista Trapalanda donde escribía E. Martinez Estrada y otros que desataron enorme polémica en la revista Caras y Caretas, ya que el osado escritor no estaba a la sombra de Mitre ni se ubicaba con los revisionistas. Ya había publicado varios libros de poesía y América Inicial, ensayo donde indaga sobre la concepción del arte en hombres como Nieztche, Whitman, Ghoete, Maupassant, aquí ensaya la forma aforística, que luego domina y ejercita, convirtiéndose en un gran creador de aforismos.
Estudia a fondo la obra de Sarmiento a quien considera el primero en aplicar la lucha de clases como categoría de análisis para entender la historia (civilización y barbarie). Escribe un estudio que precede la obra escogida de Domingo F. Sarmiento.
Animó distintos debates fustigando durísimamente al stalinismo de la época. Derrotó a Vittorio Codovilla en varios paneles y puso en jaque a historiadores mitristas y rosistas en más de una oportunidad. Entabla amistad con Nahuel Moreno. Escribe en la revista Estrategia. Cuando es asesinado Trotsky toma como propio el desafío instalado por Neruda que lo trató de agente del imperialismo, (no olvidemos la Oda a Stalin) y sale al cruce de González Tuñón que en Argentina había hecho circular con la ayuda del PC, un poema de baja factura contra el revolucionario asesinado en México. Así es que publica “Trotsky”, Oda, aparecida en Costa Rica en 1937 (Revista El repertorio americano) que se imprime nuevamente en Chile en la revista Babel a solo cinco días del asesinato de Trotsky, saliendo al cruce de la provocación armada por el autor de Canto general.
Había entablado amistad epistolar con el revolucionario peruano Mariátegui, a tal punto que cuando este muere, se lee en su entierro un obituario escrito por el poeta catamarqueño. Años más tarde encabezará una campaña en Argentina y países de Latinoamérica por la libertad del socialista Hugo Blanco. Fue tratado de anglófilo por Jauretche. Trabajó junto al historiador Milcíades Peña y a su fallecimiento fue Franco el que corrigió y llevó sus obras a imprenta. Trabó amistad con Pichon Rivière y compartió jornadas de lectura en reuniones de camaradería como da cuenta Maristella Svampa en su libro sobre el médico y sanitarista Floreal Ferrara. Fustigó y trató de embaucador al joven Abelardo Ramos, antes había tenido debates con Liborio Justo sobre el legado de Trotsky, el peronismo y el estalinismo en latinoamérica.
Viaja a Rusia de donde es prácticamente deportado después de una corta estadía luego de reclamar en una biblioteca la obra de Trotsky. Durante años escribió en diario La Prensa, empleando el formato de la fábula. Su libro “Revisión de los griegos” es empleado por el profesor Rodolfo Mondolfo como libro de cátedra. Dejó además de 52 libros publicados, donde se destacan una veintena de excelsa poesía (Martínez Estrada lo denomina el Mayakovski criollo).
Luis Franco, inspirado en Lafargue, gusta de exponer como el yerno de Marx, tratando de explicar con comparaciones y figuras literarias, problemas complejos. Su “Revisión de los griegos”, según Guillermo Parson, guarda estrecha relación con “El derecho a la pereza” lafarguiano, en su “desprecio por el trabajo compulsivo y la aurora creativa que el ocio promete a la criatura humana”.
De unas cartas que recientemente se han encontrado se infiere su amistad con Antonio Gallo, en la década del 20, un mariateguista escindido del PC y luego se relaciona con Perelman quienes confluyen en la corriente de Hugo Bressano, (Nahuel Moreno) conformando el Grupo Obrero Marxista ya bien entrada la década del 40.
Otro de sus amigos fue Enrique Broquen, miembro del viejo Partido Socialista Obrero donde militaban entre otros Juan Coca, Juan Unamuno y Mateo Fosa. Cuando se crea el PST, Franco se incorpora, en aquel momento, década del 70. Unos meses después desliza una crítica a la organización en torno al rol de los intelectuales “a los que nos usan como elemento decorativo en algún acto” dirá en una carta a su amigo Jorge Jalile que llegó a mis manos.
Finalizo este primer artículo apuntando que en las actas de fundación del PRT, figura el poeta catamarqueño, aunque no tuvo por aquel tiempo una militancia activa, salvo en la campaña por la libertad de Hugo Blanco, también se conmovió por las luchas campesinas del Perú entre el el 61/62, a Blanco y los luchadores campesinos dedica el poema Albricias.
En 1982 se funda el MAS y Franco aparece como uno de sus miembros fundadores.
“La materia es parte de nuestro pensamiento y nuestro arte. Sin ella, ellos no podrían revelarse, digo existir".
Nos cuesta creer que en el arte el subconsciente juega un papel tan importante como la conciencia.
Para el futuro de la cultura humana es mucho más decisivo el ascenso de las masas revolucionarias, que todos los inventos y malabarismos de una sociedad moralmente exhausta.
La revolución proletaria es la maestra de escuela de los pueblos de hoy y la musa de la poesía del porvenir: su mejor enseñanza es que el individuo y la sociedad son vasos comunicantes y a nivel y que el Estado debe desaparecer para que aparezca el Hombre.
La sociedad de consumo que viene sobreviviendo a sí misma precisa servicios de pompas fúnebres para no gangrenar el aire del mundo. El arte revolucionario de hoy no es la denuncia de la miseria de las masas del tiempo de Zola, sino el anuncio de su ascenso, es decir, parte de la lucha por conquistar la libertad de la cultura.
El ojo del artista de verdad es tan certero en su terreno como el del hombre de ciencia o el del cazador en el suyo.
La poesía nueva precisa un lenguaje nuevo, -aunque no es cierto- como creen los neo tomistas de la retórica que la magia de las palabras sea superior a la de las ideas y los sentimientos.
La poesía nueva exige, por encima de todo, una visión más amplia de la vida y de la historia.
El imperativo categórico de nuestra época es que el coraje se vuelva sabio y que la bondad se confunda con la inteligencia.
Decálogo -Luis Franco- Esquilo y Shakespeare, Buenos Aires 1980