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Red Internacional
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Opinion. La crisis, los tarifazos y la placita del barrio

Jueves a la noche en Maipú, en Mendoza, después de un día con el dólar y el gobierno agitado, salió la típica juntada de los amigos con asado.

Viernes 4 de mayo de 2018 19:19

Ya nos conocemos. Cuatro habían votado a Cambiemos hasta las últimas elecciones, pero bueno, son amigos. Pero esta vez, después de la primer cerveza abierta, salió el tema del día: el precio del dólar. Fue el día que en los medios se vio a Macri irse en helicóptero y a nadie le pasó desapercibido.

“¡No puede ser lo que está pasando, se va al diablo todo!”, y me increpa: “¿vos qué pensás?”.

Les comento que veo que el gobierno está complicado por su misma política y le devuelvo la pregunta.

Uno, que tiene un localcito de ropa, comenta que está “todo muerto”. Otro dice: “al lado del local donde labura mi vieja le llegó 16 lucas de luz y tiene 10 lucas de alquiler. Arranca con 25 mil abajo, así no se puede”.

El que trabajaba por agencia para una fábrica, se le terminó el contrato y en tres semanas nace su primer hija. Está muy enojado con el anuncio de la Reforma Laboral. Particularmente comenta el asunto de las indemnizaciones y el aguinaldo. Le pregunté por qué pensaba que el gobierno lo hacía, si él había confiado en “en el cambio”. La respuesta fue sencilla: “gobiernan para los ricos, definitivamente”.

Se armó la discusión sobre los intereses contrapuestos que hay en la política. Que no hay “interés general”. O estás de un lado, o estás de otro. Primaba la desilusión, claramente y la duda hacia el 2019.

La idea de que el kirchnerismo y el peronismo habían robado a dos manos, y que estos eran el gobierno de los ricos, no dejaba opciones. Hay quienes defienden nuestros intereses como trabajadores, que hay una construcción política que la hacemos nosotros mismos, donde los legisladores que salen electos cobran como una maestra y defienden nuestros intereses. Los sindicalistas se venden y no los defienden. Los políticos se venden y se enriquecen defiendo otros intereses.

Al final les propuse que sean parte de los miles que se organizan en las fábricas, en las escuelas y las facultades. Y que lo piensen, que vale la pena meterse en la política, hacer otra política, construir una opción que sea una alternativa para todos los que están en la misma.

A nadie le cayó mal el asado. Lo entendieron. Pero hay que seguir charlando, porque los sentidos comunes no se cambian en un solo asado.