En el acto de cierre, se desoyó la voluntad de la mayoría para votar la sede del próximo Encuentro en Buenos Aires al grito de “no se vota, no se vota”. No hay conquista de derechos sin organización democrática.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Lunes 10 de octubre de 2016
PH: Enfoque Rojo
Parece mentira, pero es verdad. En el acto de cierre, un cordón de seguridad de militantes del PCR, acompañadas por Patria Grande, cantaban con fervor “no se vota, no se vota”. Le hablaban así a miles de mujeres que venían de votar en sus talleres y que exigían poder votar la sede del próximo Encuentro. Bajo la lluvia, las manos alzadas de las coordinadoras, con las actas de conclusiones y resoluciones de los talleres, gritaban a viva voz que querían subir y respetar los mandatos de base. Nada. “No se vota, no se vota”, repetían. Y, por las dudas, no pusieron sonido, pero sí muchas vallas.
Un canto que bien podríamos oír en boca de las burocracias sindicales, que mantienen una tregua vergonzosa con el gobierno de Macri para hacer pasar despidos y ajuste, pero en este caso agitado por la militancia que responde a un sector de la Comisión Organizadora del Encuentro de Mujeres y que decretó, seguida solo por sus acólitas, que el Encuentro próximo tiene que ser en Chaco. O sea, lejos de las mayores concentraciones de población trabajadora y sin infraestructura para albergar multitudes. Seguramente el Papa Francisco, al que el PCR fue a visitar hace pocas semanas, estará agradecido.
Al ritmo de esas palabras, “no se vota, no se vota”, repetidas en tamboril monárquico, se desoyó la voluntad mayoritaria de las mujeres. Como si no hubieran pasado casi 70 años desde que se implementó el voto femenino en nuestro país, las mujeres, en su Encuentro, tienen que exigir poder alzar la mano y, cuando lo hacen, sus “organizadoras” miran para otro lado. Ni siquiera se respetó el método del consenso, endiosado por estás espadachines de la no votación, porque la aclamación del acto indicaba claramente que la sede ganadora era Buenos Aires.
Así se reproducen las peores facetas de la sociedad patriarcal y capitalista, que despoja a las mujeres de todo poder de decisión sobre sus propios cuerpos. Hay otros que deciden cuando viven y cuando mueren las mujeres que cada 30 horas son víctimas de femicidios. Hay otros que deciden cuando una mujer es madre y cuando puede no serlo. Hay otros que deciden cuanto vale el trabajo hilado por manos femeninas. Hay otros que deciden que quien elije ser mujer no lo es. Hay otros que deciden cuando tocar el cuerpo de la mujer, cuando una mujer es bella, cuando una mujer es fea. Hay otros que deciden que la minifalda es muy corta, que el acoso es un piropo, que la libertad ni siquiera se compra: se secuestra y se desaparece, como Marita Verón. Esos otros que deciden pueden ser personas individuales pero encima y como respaldo tienen a todo un Estado. Jueces, policías y políticos. Tienen legisladores del macrismo o del PJ que bloquean el debate por el aborto. Gobernadores que reprimen maestras por pedir que no las maten de hambre. Y, por supuesto, al fondo a la derecha, la Iglesia Católica, consumiendo buena parte de los recursos del país, imponiendo sus ideas sacadas del Medioevo.
Y con todas estas opresiones a cuestas, con todo el peso del Estado queriendo doblarnos las espaldas, tratándonos de vándalas, de violentas, y encima con un gobierno que aplica un ajuste brutal, llegamos al Encuentro de mujeres esperando que nadie decida por nosotras y sucede que alguien, que dice que “comparte la visión del mundo con el Papa”, decide. Y decreta Chaco.
El problema de la votación no es una diferencia táctica, un matiz. No hay forma de sacudirse los yugos del patriarcado, reproducidos día a día por el sistema capitalista que nos convierte en mercancías para amasar ganancias e incubadoras para garantizar más esclavos, sin una organización democrática, profunda, que concentre a decenas y cientos de miles de mujeres. Porque, además, es imposible movilizar cientos de miles de mujeres trabajadoras y estudiantes sin una organización de base y democrática ¿Cómo unir miles de voces y posturas diferentes para actuar unidas sin votaciones de base? ¿Cómo impedir que otros sigan decidiendo por nosotras cuando ni siquiera en un Encuentro de Mujeres se puede decidir? ¿Cómo lograr que el Encuentro no sea solamente un evento que se hace una vez por año sino que se convierta en un movimiento masivo en las calles en todo el país, si no se pueden votar resoluciones para coordinar y continuar la lucha?
Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)