Sábado 7 de marzo de 2015
El Día de la Mujer es una ocasión más que oportuna para revisar las representaciones femeninas estereotipadas que circulan en nuestra sociedad y para activar la memoria.
Empecemos entonces por recordar que lo que se conmemora no tiene relación con bombones o maquillaje y que tampoco es un hecho que merezca “celebrarse”.
Si bien los historiadores no se ponen de acuerdo, hay quienes afirman que este día tiene su origen en un acontecimiento trágico. Una huelga de trabajadoras textiles de Estados Unidos que, a principios del siglo XX, terminó en masacre: el propio dueño de la fábrica provocó un incendio que mató a 129 jóvenes y adultas encerradas en el establecimiento como medida de protesta frente a las injustas condiciones de trabajo que soportaban.
Otros, sin embargo, dicen que esta fecha se destaca para rememorar la lucha femenina por el derecho al voto. La posibilidad de participar en la vida cívica a través de la elección de representantes es un logro que costó mucho tiempo, ya que se remonta al siglo XIX.
Hay quienes señalan que lo que verdaderamente generó esta efeméride
fue un amotinamiento de mujeres en Rusia, que dio lugar a la Revolución de 1917.
Pese a estas controversias, podemos afirmar que el 8 de Marzo representa éstas y otras búsquedas de reivindicaciones que la población femenina ha entablado -y aún sostiene- a fin de que este mundo sea igual de habitable para todos.
Más allá de los lugares ganados, hay todavía muchos aspectos de nuestras prácticas culturales por revisar. La asignación del espacio doméstico a entera responsabilidad femenina es una, la cosificación de las mujeres cuando solo se las estima como cuerpos sexuados es otra; la violencia verbal y la física, provocadoras de los lamentables feminicidos, que con mucha frecuencia ocurren, son más aristas que podemos mencionar. No podemos dejar de evocar aquí a Carmen Evelia Murillo, docente víctima de un sistema opresivo y fatal que está instalado en nuestra Salta, tantas veces no linda.
Un capítulo aparte merece la idea de maternidad tan idealizada que sigue circulando en nuestro medio y que esconde las tensiones y complejidades que entraña la crianza de los hijos. Ni qué hablar de la condición de madre soltera o de la de “jefa de hogar”, figura referente que deja al descubierto la ausencia de los hombres, muy frecuente también, en la constitución familiar.
No se trata, sin embargo, de polarizar entre hombres y mujeres para profundizar la brecha, sino de reflexionar conjuntamente sobre las ideas y acciones que contribuyen a perpetuar situaciones desfavorables para un género que, a pesar de ser catalogado como “débil” sobrevive a las injusticias y lucha contra ellas desde hace siglos.
Se trata, en cambio, de renovar la mirada y las convenciones, ensayar otros vínculos en los cuales el respeto sea lo que prime.
Hay tanto por evitar: violaciones, golpes, segregación, explotación laboral y sexual, cualquier tipo de abuso, imperativos culturales transmitidos no solo por hombres, sino también -incluso- por otras mujeres.
Por eso es importante la marcha: mujeres que anden por la vida construyendo nuevos puntos de partida, hombres que se animen a salir de los encasillamientos en los que una cultura de larga data nos viene atrapando.
Marcha conjunta, andar solidario y reflexivo, vivir dejando vivir… Eso necesitamos. Muchas gracias
Roxana Juárez, Profesora de Lengua. Salta