Las elecciones en la provincia pusieron a Scioli y Macri en el centro de la escena. Un escándalo que juega a favor del PRO y golpea al gobernador de Buenos Aires.
Martes 25 de agosto de 2015
Cuando ya solo quedaban cenizas de las urnas en San Pablo, la trama política nacional se vio sacudida por las elecciones en la provincia de Tucumán.
No fue por casualidad. En la semana había quedado claro que Scioli apostaba a que el triunfo de Manzur fuera un espaldarazo para su candidatura presidencial. Después de las inundaciones y el no tan contundente triunfo en las PASO, el gobernador de Buenos Aires necesitaba mejorar la performance para intentar arribar al escenario de imponerse en primera vuelta.
Por su parte Macri, hasta la mañana de ese mismo día, no había anunciado públicamente si pisaría la provincia del norte argentino para apoyar a Cano, o si proseguiría sus vacaciones. Todo parecía a favor del gobernador bonaerense. Pero llegó el fuego.
Cruces
Después de la quema de urnas, la represión de Gendarmería y los golpes a un camarógrafo, en el bunker de Manzur, ubicado en la casa de gobierno provincial donde se encontraba Scioli, reinó el silencio por horas. El gobernador bonaerense quedó en el medio de un escándalo que no paraba de crecer y era transmitido por todo el arco mediático opositor. La denuncia de fraude se había convertido en TT durante la tarde y seguía siéndolo a la noche. Tucumán estaba en el centro de las miradas nacionales y Scioli pegado a las autoridades provinciales.
En el bunker de la oposición Macri y Sanz tomaban el centro de la escena. El jefe de gobierno porteño le exigía al gobierno provincial un escrutinio limpio. Hacía, casi en cadena nacional, el mismo pedido a Scioli por estar en la provincia.
El bonaerense había viajado en tren de festejar una victoria y terminó envuelto en una crisis mayúscula, que lo obligó a salir a defender la elección, a Manzur y Alperovich.
Al cierre de esta edición, la policía provincial reprimía a miles de personas que se concentraban frente a la Casa de Gobierno. Lejos de cerrarse la crisis, ésta ganaba en repercusión nacional, lo que golpea al candidato del oficialismo.
Hacia octubre
Para el sciolismo la situación implica un golpe en el marco de su apuesta a alcanzar el 45% de los votos y evitar así la segunda vuelta electoral.
Lo puso en el lugar de defensor de un régimen completamente fraudulento, lo que lo aleja de los sectores independientes que no comulgan abiertamente con el kirchnerismo. De allí pueda tal vez explicarse la ofuscación y el enojo que transitaba en la mañana del martes. El “pacífico” hombre de gestión, ajeno a la polarización y las tensiones, tenía que jugar el rol que habitualmente juega Aníbal Fernández: defender lo indefendible.
Al mismo tiempo, quedaba en evidencia el carácter “feudal” de los regímenes provinciales con los que el kirchnerismo cogobernó durante todos estos años.
Entre las huestes del PRO este martes festejaban. Afirmaban que la elección y la crisis política posterior, beneficiaron claramente a Macri. No por mérito propio, sino por cómo afecta la imagen de Scioli, envuelto en el escándalo provincial. A eso sumaban la reducción sustancial de las diferencias de votos en relación a la votación de las PASO.
La crisis política en Tucumán sigue abierta. En la escena política nacional, Macri ganó más que Scioli. Aun falta mucho para octubre y los destinos del bonaerense están más atados a Buenos Aires que a la provincia donde se declaró la independencia. Como sea, por estas horas, Scioli debe estar rumeando bronca.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.